lunes, 14 de noviembre de 2011

CUESTIÓN DE GÉNERO
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta


Género y sexo

En la actualidad, una gran mayoría de profesionales –especialmente de la sociología y otras ramas afines– se sirven de la palabra “género” (que, como se verá en la definición de la RAE, no apunta específicamente al sexo) para referirse a las diferencias entre el varón y la mujer, como también a todos los problemas que de ellas se derivan.
Como lo afirmé en distintas oportunidades, sabemos que los usuarios de la lengua son los que proponen y, en definitiva, fijan las palabras, dicciones y cambios de la lengua, que luego son refrendados por los estamentos académicos. Es decir, debemos aceptarlos, nos guste o no, cuando se han constituido en una norma por el uso mayoritario de una comunidad hablante. En el caso comentado de la palabra “género” también se da esta situación, por lo que es respetable su utilización.
Sin embargo, me parece necesario realizar algunas consideraciones sobre el particular, haciéndome eco de la misma Academia, mas también de varios especialistas que no aceptan esta situación. Para ello, es preciso consultar el DRAE (“Diccionario de la lengua española” de la RAE: Fuente de consultas, www.rae.es).
Así define la palabra citada: “(Del lat. ‘genus, genĕris’) 1. m. Conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres comunes // Clase o tipo a que pertenecen personas o cosas. ‘Ese género de bromas no me gusta’ // 7. m. Gram. Clase a la que pertenece un nombre sustantivo o un pronombre por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre. En las lenguas indoeuropeas estas formas son tres en determinados adjetivos y pronombres: masculina, femenina y neutra”.
Por su parte, el “Diccionario panhispánico de dudas”, también de la RAE, lo hace más explícitamente de este modo: “Esta palabra tiene en español los sentidos generales de ‘conjunto de seres u objetos establecido en función de características comunes’ y ‘clase o estilo’: «Ese género de vida puede incluso agredir a su salud mental» (…). En gramática significa ‘propiedad de los sustantivos y de algunos pronombres por la cual se clasifican en masculinos, femeninos y, en algunas lenguas, también en neutros’ (…). Para designar la condición orgánica, biológica, por la cual los seres vivos son masculinos o femeninos, debe emplearse el término ‘sexo’: «En el mismo estudio, las personas de sexo femenino adoptaban una conducta diferente» (…). Por tanto, las palabras tienen ‘género’ (y no ‘sexo’), mientras que los seres vivos tienen ‘sexo’ (y no ‘género’). No obstante, en los años setenta del siglo XX, con el auge de los estudios feministas, se comenzó a utilizar en el mundo anglosajón el término ‘género’ (ingl. ‘gender’) con un sentido técnico específico, que se ha extendido a otras lenguas, entre ellas el español. Así pues, en la teoría feminista, mientras con la voz ‘sexo’ se designa una categoría meramente orgánica, biológica, con el término ‘género’ se alude a una categoría sociocultural que implica diferencias o desigualdades de índole social, económica, política, laboral, etc. Es en este sentido en el que cabe interpretar expresiones como ‘estudios de género’, ‘discriminación de género’, ‘violencia de género’, etc. Dentro del ámbito específico de los estudios sociológicos, esta distinción puede resultar útil e, incluso, necesaria. Es inadmisible, sin embargo, el empleo de la palabra ‘género’ sin este sentido técnico preciso, como mero sinónimo de ‘sexo’, según se ve en los ejemplos siguientes: «El sistema justo sería aquel que no asigna premios ni castigos en razón de criterios moralmente irrelevantes (la raza, la clase social, el género de cada persona)» (País@[Esp.] 28.11.02); «Los mandos medios de las compañías suelen ver como sus propios ingresos dependen en gran medida de la diversidad étnica y de género que se da en su plantilla» (Mundo [Esp.] 15.1.95); en ambos casos debió decirse ‘sexo’, y no ‘género’. Para las expresiones ‘discriminación de género’ y ‘violencia de género’ existen alternativas como ‘discriminación’ o ‘violencia por razón de sexo’, ‘discriminación’ o ‘violencia contra las mujeres’, ‘violencia doméstica’, ‘violencia de pareja’ o similares”.
Normas para la lengua escrita formal
A pesar de la abundancia de citas al respecto –y solamente con el objeto de aclarar aún más sobre el particular– agrego algunos párrafos de la misma referencia del “Diccionario panhispánico de dudas”: “(…) Cuando el sustantivo designa seres animados, lo más habitual es que exista una forma específica para cada uno de los dos géneros gramaticales, en correspondencia con la distinción biológica de sexos, bien por el uso de desinencias o sufijos distintivos de género añadidos a una misma raíz, como ocurre en gato/gata, profesor/profesora, nene/nena, conde/condesa, zar/zarina; bien por el uso de palabras de distinta raíz según el sexo del referente (heteronimia), como ocurre en hombre/mujer, caballo/yegua, yerno/nuera; no obstante, son muchos los casos en que existe una forma única, válida para referirse a seres de uno u otro sexo: es el caso de los llamados «sustantivos comunes en cuanto al género» (→ a) y de los llamados «sustantivos epicenos» (→ b). Si el referente del sustantivo es inanimado, lo normal es que sea solo masculino (cuadro, césped, día) o solo femenino (mesa, pared, libido), aunque existe un grupo de sustantivos que poseen ambos géneros, los denominados tradicionalmente «sustantivos ambiguos en cuanto al género» (→ c)”. En este contexto, algunos de estos sustantivos designan el género acompañados por artículo o pronombre adjetivo: “‘el/la pianista’; ‘ese/esa psiquiatra’; ‘un buen/una buena profesional’”.
El uso de la arroba (@), en boga en la actualidad para mencionar ambos géneros, debe evitarse –estatuye la Academia– porque no se trata de un signo lingüístico, por lo que es normativamente inadmisible, puesto que el masculino es inclusivo, o sea que abarca a ambos géneros. Además de no poder usarse, esta fórmula integradora origina, en muchos casos, inconsistencias, como en el ejemplo que sigue: ‘Día del niñ@’. En él la contracción ‘del’ solamente es válida para el masculino ‘niño’, mas no para el femenino ´niña’.
Tal como puede apreciarse por estas consideraciones, si bien se afirma arriba que el hablante o usuario es quien legítimamente puede producir cambios en el idioma, dichos cambios no deben trasladarse a la lengua escrita formal, sobre todo cuando entran en colisión con las normas académicas que la rigen.
En síntesis
Para redondear estos conceptos normativos y aclararlos para el uso de la lengua escrita, es legítimo, en primer lugar, el uso de la palabra “género” en los sentidos de las expresiones arriba detalladas, como ‘estudios de género’, ‘discriminación de género’, ‘violencia de género’; sin embargo, al hacerlo fuera de este ámbito, se corre el riesgo de caer en la imprecisión de otras, por confundir las palabras “sexo” con “género”, como el de los dos ejemplos de los diarios El País y El Mundo, de España, consignados arriba. En segundo lugar, hay que seguir, en cuanto al uso de sustantivos masculinos y femeninos, las claras reglas que da la Academia.
En tal sentido, ahora solo reproduje algunas de ellas; por lo tanto, en un futuro artículo volveré a referirme a otras tan importantes como estas, a las que, por cuestiones de espacio, hoy no puedo abordar.
DE DICCIONARIOS Y ENCICLOPEDIAS
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta

En el artículo anterior realicé una aclaración sobre los libros de referencia o de consulta. Ahora explicaré sobre qué se habla en ellos. Son los que exponen, de manera más o menos sistemática, aquello que se presenta y desarrolla en las fuentes primarias, o sea los libros que versan, esta vez en forma sistemática, sobre alguna materia específica de una ciencia o de distintos aspectos de la realidad. Son de referencia, por ejemplo, enciclopedias, diccionarios, libros de texto, manuales y otros similares. Por lo general, estos ordenan sus temas o glosarios alfabéticamente. Lo destacable –en comparación con los otros tipos de libros– es que constituyen un material de consulta; es decir, normalmente no se leen “de corrido”, sino que se busca en ellos diferentes datos, como en los diccionarios de la lengua, en los cuales rastreamos palabras para comprender o ampliar distintos sentidos y significados. Jamás se nos ocurriría leerlos de la “a” a la “z”.
Como otros ejemplos importantes de libros de referencia o de consulta, está la Enciclopedia Británica, conocida como una de las más importantes del mundo. Por supuesto que, además de haber sido publicada en inglés, también tiene la versión castellana, junto con la de otras lenguas que cuentan con millones de usuarios. De todos modos, como es una publicación muy cara (cuesta alrededor de 900 euros), es posible consultarla en internet y en las bibliotecas de cierta categoría. En nuestro idioma tenemos varias enciclopedias generales de mucho valor. Pero es preciso señalar que no solo hay enciclopedias generales, sino también las orientadas a temas específicos, como los mapas y cartografías, las de temas geográficos, las dedicadas a memorias y vidas de personajes destacados, y muchas más.
Otro ejemplo específico referido a la lengua lo constituyen las innumerables gramáticas que existen en español, desde las muy especializadas, escritas para investigadores, como las que son de consulta masiva. Una de las obras más trascendentes de la Real Academia es la “Ortografía de la lengua española”, publicada a fines de 2010, a disposición de cualquier lector. Pero, más que esta, para especialistas, es recomendable la obra de idéntico nombre publicada en 1999, práctica para ser examinada por cualquier usuario.
Los diccionarios
Quién no utilizó un diccionario desde los años de la primaria… En este sentido, esos libros de referencia han sido los primeros que consultamos desde pequeños. Luego, a medida que fuimos creciendo y adentrándonos en el saber en la escuela secundaria y después en la universidad –mas también cuando, ya adultos, elegimos un área del saber para especializarnos–, conocimos diccionarios sobre distintas especialidades: biología, medicina, arquitectura, e innumerables áreas del saber que necesitan ser consultadas sobre sus términos técnicos.
Se puede apreciar lo explicado en la definición que proporciona el “Diccionario de la Real Academia de la Lengua” sobre este tema: “Libro en el que se recogen y explican de forma ordenada voces de una o más lenguas, de una ciencia o de una materia determinada // 2. Catálogo numeroso de noticias importantes de un mismo género, ordenado alfabéticamente. ‘Diccionario bibliográfico, biográfico, geográfico`” (DRAE, página 818).
En un diccionario podemos encontrar el significado de las palabras, con las distintas acepciones utilizadas en cada uno de los lugares donde se habla español. Por ejemplo, el “Diccionario de regionalismos de la lengua española” de Pablo Grosschmid y Cristina Echegoyen (1998) afirma que la palabra “chango”, en el noroeste argentino, significa “chico”, “niño”, “muchacho” (página 155); sin embargo, en Buenos Aires y en el Río de la Plata, este concepto se designa con la palabra “pibe” (página 427). En cambio, en algunas zonas de México “chango” significa “mono”, “mico” y, en general, “simio”, mientras que en Chile apunta a una persona torpe y fastidiosa. Por otra parte, en Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela, “bromista”, “guasón” y, además, en Puerto Rico, “persona de modales afectados”. Por fin, nuestro “Diccionario de regionalismos de Salta” de José Vicente Solá (1975, páginas 111-112) define a “chango” como “Muchacho. También se aplica, cariñosamente, a personas de cierta edad”.
Esas variaciones se dan en muchas palabras de distintas zonas donde se habla español, aunque también se producen en otras lenguas.
Todos sabemos que existen, asimismo, diccionarios de cada una de las lenguas, en los que se brinda léxico y dicciones comparativas entre dos idiomas, para quienes estudian –desde la propia y nativa– otras extranjeras: hay diccionarios “español-inglés”, español-italiano”, por citar solo dos casos.
Las enciclopedias
Enciclopedia (del griego “en”; “kíklos” = círculo; “paideia” = educación; literalmente, “educación en círculos”) es un “Conjunto de todas las ciencias // 2. Obra en que se trata de muchas ciencias. // 3. Conjunto de tratados pertenecientes a diversas ciencias o artes. // 4. “Diccionario enciclopédico” (DRAE, página 902).
En este tipo de libro de consulta (en el que también se muestra el significado de las palabras) se habla sobre distintos temas de todas las ciencias. Por caso, de los lugares geográficos, ciudades, personajes destacados en la historia, hechos históricos, datos científicos para consumo de no especialistas, y miles de temas, con la ayuda de fotos e ilustraciones, como también sobre cualquiera de las otras ciencias.
En una biblioteca, como están a disposición del público distintos tipos de diccionarios, también se ofrece varias ediciones enciclopédicas que, por lo general, constan de más de un tomo cada una.
Tales libros de consulta solucionan más de un problema a los estudiantes cuando sus profesores les encargan pequeños o más avanzados trabajos monográficos sobre cualquier materia. Sin embargo, muchos adultos, a los que solamente inquieta la curiosidad por determinados asuntos científicos o de divulgación masiva, tienen en ellos la posibilidad de satisfacer sus dudas.
Amén de estos datos, y aunque parezca una obviedad, es preciso recordar que, tanto diccionarios, como en especial enciclopedias, están radicados en páginas web de fácil acceso, de modo que, sin necesidad de asistir a una biblioteca, es posible consultarlos desde el propio domicilio y sin costo, lo que además les ahorra tiempo.
Conclusión
El tema tratado me fue solicitado por María Victoria Lladós, cuyos estudiantes que visitamos hace un par de semanas necesitan precisiones al respecto. Por eso les auguro que pueda serles de utilidad para repotenciar su aprendizaje.
Sin embargo, cualquier lector puede encontrar, en esta orientación, una guía práctica para manejar y aprovechar mejor su consulta, ahorrando tiempo y gasto de traslado a una biblioteca.
En definitiva, la consulta a cualquiera de estos libros llamados “de referencia” ofrece a los lectores un amplio panorama de posibilidades no solo para consultar en situaciones concretas que deben solucionar, sino asimismo para ampliar sus conocimientos sobre temas de su interés.
EL RETORNO DE LA GAUCHITA
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
“Ha pasado tanto tiempo que parece imposible volver al ayer, cuando una
familia integrada por los padres, Susana y Eduardo, y sus hijos, Vicente,
Andrea y Viviana, sacaban, como de la galera de un mago, esta
publicación bautizada "La Gauchita", que anduvo por los pueblos, por
las provincias, por la patria toda. Luego viajó a otros países, caminó
los mapas y llegó como una vocera de la cultura de Salta a todos los
continentes de la tierra” escribe el poeta Eduardo Ceballos en la página web de La Gauchita, que se encuentra en la dirección www.lagauchitadesalta.com.ar .

Más adelante continúa: “Desde una humilde familia creció un sueño que, con el correr de los
años, se hizo universal. Cada paso está documentado y crece el asombro
cuando se ven los testimonios de lo actuado”. Ese sueño se realizó durante una década. Sin embargo, el imperio del Mercado determinó que no podía seguir: había imperiosas necesidades económicas que lo impedían. A pesar de todo, la voluntad, el amor por el idioma y la cultura popular y el empuje que otorga la pasión por hacer y crear, es más fuerte que el señorío liberal: nuevamente se reunió la familia, esta vez fogoneada por los hijos, ya adultos, y determinaron que, a cualquier costo y esfuerzo, debían resucitar a esa “gauchita” abandonada, aunque jamás olvidada. Y fue así como, el padre de la criatura, decidió que fuera presentada, nuevamente, a su público el primer día de noviembre que se aproxima.

La nueva Gauchita

El primer paso que dio en su renacimiento fue ocupar esta página web a la que nos referimos: allí se acumulan las tapas de cada uno de los números, a través de las cuales es posible acceder a sus páginas y recordar –para sus seguidores– todos los momentos vividos en aquella década.
Pero todo tiempo pasado es pisado por el olvido, porque la frágil
memoria humana pierde señales en el camino. Hasta que aparecieron los
días, en que un Luis del pueblo, armó el pesebre de los recuerdos,
buscando a ciegas por las estanterías del tiempo, para ir produciendo
una vidriera que honre el trabajo de tanta gente talentosa.

El milagro se produjo, ya están de nuevo casi todas las tapas y
estarán todas sus páginas, de este medio modesto que marcó presencia.

Si Ud. amigo lector, apareció alguna vez en La Gauchita, está allí,
con su nombre amplificado en el tiempo. La magia se dió: el ayer es
hoy y el hoy será mañana. Por mucho tiempo, La Gauchita seguirá
aportando y abriendo el corazón a todos los amigos que se acerquen.

Queremos que nos acompañen, que nos estimulen a crecer, a sobrevivir
en un mundo complicado. Le pondremos fuerza, amor, entusiasmo.
La Gauchita es nuestra, es de Salta y hace falta.

Cumplimos en presentar nuevamente el contenido de las históricas
revistas "La Gauchita" para que acompañe al lector ocasional. Allí
encontrará el sabroso fruto de lo que generosamente ofrecieron los
escritores de Salta, como un racimo memorioso de la raza, de la
historia, de sus fiestas y su canto.

Como pan bueno se ofrece para alimentar su vida, para acompañarlo por
las galerías del recuerdo. Que lleguen nuevas noticias a poblar de
pájaros nuestros espacios, que como lluvia fresca reverdece los campos interiores de cada uno y dibuje una sonrisa existencial.

Me quedo con mi mensaje anchuroso y provinciano. Gracias por acompañarnos.

Dedico este trabajo a cada uno de los amigos que lo hicieron posible
con su aporte generoso.

A mi familia, esposa, hijos y nietos que siempre están con la causa y
son la razón de mi existencia.

A Luis Dias y señora, que nos ayudan a sacar telarañas de las cosas de
la historia.

A los que vendrán con su viento nuevo a traer la semilla de la esperanza.

A todos con mucho afecto.

Gratitud para poetas, escritores, músicos, periodistas, artistas que
compartieron los sueños.

Gracias por el protagonismo que le pone color y magia a la cultura de Salta.



Eduardo Ceballos

martes, 25 de octubre de 2011

´TRABAJO PRÁCTICO CON NOTA

DEL LIBRO DE VAQUERO:

1)DEL VOLUMEN "PRONUNCIACIÓN" (PÁGS.57-63)


1.1.5
1.2.5
1.2.8
1.2.14 b

2)DEL VOLUMEN "MORFOSINTAXIS Y LÉXICO" (PÁGS.57-64)


2.1
2.2
2.6
2.11

viernes, 14 de octubre de 2011

ARTÍCULO Nº 44 DE EL TRIBUNO

LENGUA: SOLIDARIDAD, FE Y ALEGRÍA

Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
La invitación
Días pasados, mi amiga y exalumna de la UNSa., María Victoria Lladós Arias, Profesora en Letras, tuvo la gentileza de invitarnos, al poeta Eduardo Ceballos y a mí, a una actividad académica relacionada con nuestro idioma, en el Centro Educativo N° 8174, “Fe y Alegría”, ubicado en Barrio Solidaridad. Por supuesto que aceptamos encantados, dado que nos interesa mucho todo lo que se relaciona con esto y con la educación de los niños, futuro de nuestra patria. Juntamente con nosotros había sido convocado, asimismo, el joven poeta Nicolás Valeriano, exalumno de la Institución, quien tuvo a su cargo la lectura de un cuento de su autoría, titulado “La niña”. Los tres participantes coincidimos, ese viernes 30 de setiembre, en rendir un cálido homenaje a esos adolescentes interesados en formarse como ciudadanos útiles y capaces, lo que demostraron, durante la hora y media que duró el acto, con una atención y respeto dignos de mención, dado que en la actualidad es muy difícil, en un grupo escolar de esta naturaleza, encontrarlos.
La redacción: una destreza
Lo que se destacó en esa jornada fue la lectura de producciones escritas por parte de varios grupos de estudiantes de los últimos cursos. Puedo asegurar que nos deleitó escuchar distintos relatos, muy bien estructurados y creativos, sobre aspectos de la realidad de estos chicos dentro y fuera del local escolar. Cada relato demostró la preparación que ellos exhibían y que sus profesores del Departamento de Lengua habían logrado a lo largo del tiempo, dedicándoles mucho esfuerzo y cariño; pero también se vio plasmada la dedicación, como igualmente el empeño, que los aprendices comprometieron para arribar al objetivo propuesto. Esto, por otra parte, demostró el ahínco con el que trabaja la Institución, solidariamente con sus docentes, para inculcarles las competencias básicas, necesarias para un buen desempeño en la sociedad, desde muy pequeños. Un claro ejemplo de compromiso institucional y docente en un contexto en el que, en muchos casos, no se lo demuestra.
Sería imposible compartir con los lectores lo que experimentamos en esa oportunidad; sin embargo, al menos quiero ofrecerles una pequeña muestra, transcribiendo una parte de uno de los cuentos leídos. De ese modo podrán apreciar que –como en tantas otras escuelas de la provincia– muchos adolescentes, acompañados por la perseverancia y amor de sus profesores y maestros (aunque asimismo con el apoyo de sus padres), son capaces de dedicar tiempo y esfuerzo con miras a una formación que los catapulte a una sociedad sedienta de actores comprometidos que se dediquen a un trabajo solidario para con el prójimo. Es muy valorable apreciarlo, sobre todo cuando, en estos días, nos hemos anoticiado de la violencia ejercida en establecimientos educativos por alumnos y padres que agreden a docentes y directivos. Ante tal situación, se tiende a generalizar y a trasmitir a la sociedad un temor similar al de una pandemia. Sin dejar de reconocerlos y preocuparnos, estimo que estadísticamente son hechos aislados que se debe abordar convenientemente para que no se multipliquen. Transcribo el texto prometido, elaborado por estudiantes del primer año B, del turno tarde:
“Era una tarde de verano y un grupo de jóvenes compañeros del primer año B de esta escuela se predisponía a disfrutarla, yendo de excursión todo un fin de semana al dique Cabra Coral… sin sospechar nada de lo que allí iría a ocurrir. Fue entonces cuando sucesos siniestros comenzaron a transformar la escena en terrorífica y espectral. Primero desapareció Gabriela, tras un largo grito que se escuchó desde una tupida vegetación. Por la mañana sus compañeros del colegio creyeron verla flotar en el dique. Sin embargo el destino les había jugado un mal rato, ya que se trataba de un ramaje enmohecido. Las desapariciones continuaron, cada vez más inexplicables. ¡Quién pensaría que aquella tarde, prometedora de diversión entre compañeros, daría como resultado un nuevo trimestre, pero esta vez sin alumnos! Fin”.
En la intervención, tanto de Ceballos como mía, aprovechamos para felicitarlos por su ejemplar comportamiento y producción. Luego los hicimos partícipes, asimismo, de nuestras experiencias infantiles, en el Seminario Conciliar de Salta, para perfeccionar nuestra lengua materna: la lectura cotidiana, en el comedor, de novelas que nos cautivaban, precedida por algunos versículos del Evangelio; los certámenes de redacción; los dictados para entrenar la ortografía y el paseo cotidiano por las páginas del bello libro del padre Rodolfo Ragucci, “El habla de mi tierra”, con el que cimentamos nuestra competencia lingüística que nos tocó ejercer en la actividad profesional. Todo esto lo vivimos con nuestros compañeros Ernesto Martearena, Oscar Mario Moya, Néstor Cervera, Enrique Pérez, Melesio Teseira, Rubén Pérez, y tantos otros con los que tuvimos la suerte de compartir nuestra formación para la vida.
Finalmente nuestros anfitriones nos hicieron conocer los distintos ambientes escolares. En ellos apreciamos el orden, la limpieza, la dedicación puesta de manifiesto, tanto por parte del personal, como asimismo de cada uno de los alumnos, para preservar un ámbito ejemplar y trasmisor de valores para la vida. Entre tantas cosas positivas que contemplamos, se destacaron los murales –que pueden ver en la foto–, producto de lectura comprensiva realizada por los estudiantes sobre textos de María Elena Walsh, a los cuales interpretaron con los dibujos que engalanan el patio cubierto de la escuela.
Desde esta columna felicitamos cálidamente a directivos, profesores –en especial a Victoria Lladós– y estudiantes porque hacen honor, con todo el desempeño y esfuerzo que comprometen, al nombre no solo del establecimiento, sino también del barrio en el que están insertos.
Culminamos nuestra visita al Centro Educativo Fe y Alegría con una gran satisfacción al darnos cuenta de que, en numerosos lugares de Argentina, como en el que nos tocó visitar, hay mucha gente –tanto directivos, como docentes, estudiantes, acompañados por su familia –que se esmeran y se sacrifican para ofrecer, a la sociedad del futuro no lejano, lo mejor que podrían legarle: la fe, la solidaridad y la alegría.

viernes, 7 de octubre de 2011

ARTÍCULO Nº 43 DE EL TRIBUNO

¡ESTA PALABRA “SUENA” DIVINA!

Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
El sistema de la lengua española
En el artículo de la semana anterior sobre el hablar espontáneo de la gente, expliqué que la llamada “gramática del hablar” es aquella que posee todo hablante en su cerebro, además de las normas académicas escritas, mediante la cual sabe no solo expresarse con palabras, sino además con gestos y entonación adecuados a la situación de habla que encara. Ella nos guía para que logremos una comunicación exitosa en todo momento con cualquier interlocutor.
En ese artículo me referí, también, a lo que se denomina el “sistema de la lengua” el cual, según lo manifesté, es perfectamente conocido y utilizado por el hablante. Este sabe muy bien dentro de qué parámetros podrá inventar una palabra o una nueva expresión idiomática, cuando necesite hacerlo.
Desde los primeros años de aprendizaje de la lengua materna, el niño demuestra dominio de la “regularidad”, relacionada con la conjugación verbal, la concordancia entre singular y plural, y otras situaciones semejantes, propias del instrumento de comunicación. Lo comprobamos cuando, en lugar de optar por formas conjugadas irregulares vigentes, elige “sabo” en lugar de “sé” o bien, “decí” en vez de “dije”. Probablemente esto suceda gracias a la “memoria genética heredada” que se fue gestando a lo largo de siglos y milenios. A medida que pasa el tiempo y va practicando su lengua con los demás –incluso antes de ingresar a la escuela–, el chico aprende aquellas formas que no siguen la regularidad, sino que se han apartado de ella: dirá, entonces, “sé” y “dije” y cobrará conciencia de lo que está bien y de lo que está mal en su hablar.
Tanto la “regularidad” como el “sistema” lo acompañarán a lo largo de su vida de relación comunicativa y le proporcionarán los elementos necesarios para un buen desempeño lingüístico.
Pasando ahora al acto creativo del lenguaje, cuando un hablante popular eligió “fulbo” y “fulbito”, por ejemplo, se alejó del sistema de la lengua inglesa que coloca una “t” antes de la “b”: la suprimió y, en su lugar, la suplió por la “l” que figura al final de la palabra “fútbol”, castellanizada de esta manera en el nivel culto. No se le hubiera ocurrido optar por “fulbot” (ubicando, al final, la “t” perdida) dado que esta consonante no es una finalización propia del castellano. Por eso comprobamos que todas las terminaciones de los verbos de tercera persona del latín, que culminan en esa consonante, la perdieron en el curso de la historia: “amat”, se castellanizó como “ama”; “tement”, como “temen”. Es verdad que existen voces de uso culto que finalizan en “t” en nuestro idioma; pero en el hablar esta se escucha levemente en dicho nivel cultural. Sin embargo, en el hablar espontáneo desaparece (tarot = taró; complot =compló). El “Diccionario panhispánico de dudas” (2005, página 156) dice respecto a “complot”: “Aunque a veces se usa la adaptación ´compló´ (pl. ´complós´), se considera preferible mantener la -t final etimológica, de acuerdo con la pronunciación mayoritaria”. Esto prueba que la emisión popular y espontánea generalmente elimina la consonante final porque no es propia de la lengua española. De este modo, el “sistema”, vigente en cada uno de los usuarios del idioma, les “ordena” evitar vocablos que no se adecuan a dicho sistema.
Pronunciación y escritura
Provenientes sobre todo del inglés –pero, asimismo, de otros idiomas–, hay muchos términos que, a pesar de ser pronunciados como lo exige la “gramática del hablar” del castellano, han sido introducidos a la lengua escrita con letras que no son fieles a su pronunciación real. Muchos de estos son nombres de personas (antropónimos), mas también existe una cantidad indeterminada de ellos que constituyen nombres de comercios, quioscos y negocios. Algunos ejemplos: “Previserv”, nombre de una prestadora de salud que, en el hablar espontáneo, se pronuncia como /previsér/; “Cable express”, como /cablexprés/; “Rapidmoto”, cuya “d” no es tomada en cuenta al hablar, ya que desaparece (rapimoto); “Karina”, cuya escritura más adecuada sería con “C”; “Joanna / Johanna”, cuya transcripción no concuerda con su articulación real; en los nombres femeninos “Gisella” (la “g” no es la propia del español, sino que suena /Yisela/), “Antonella” (/Antonela/), “Anabella”, la pronunciación de la “ll” no es igual a la de “gallina”, sino que se sonoriza como “l”. De igual modo que estos ejemplos, hay muchos otros en relación con situaciones similares que presentan una escritura distinta de su pronunciación en la lengua hablada cotidiana.
¿A qué se debe este fenómeno que efectúan usuarios de la lengua? No es que desconozcan, según se destacó antes, sus reglas. Lo que pasa es que, por razones de “prestigio” –porque suena “bonito” en el nuestro lo que proviene de otro idioma, por lo que el que crea esa palabra, aunque también los que lo imitan, la eligen así–, se impone un uso que no corresponde al sistema del español.
¿Está mal este procedimiento? ¿Debe evitarse y encarrilarse dentro de lo establecido en las normas lingüísticas? Esto, seguramente, sería lo ideal. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el hablar espontáneo es tal y, por lo tanto, no está totalmente bajo el imperio de las normas lingüísticas académicas. En realidad, debe cumplir con las propias del “sistema”: no debe apartarse (repito que el hablante lo “sabe” claramente y lo respeta) de los parámetros que tiene grabados en su cerebro. El “castigo” para tal eventual acción –técnicamente imposible de realizarse, ya que nadie se arriesgaría a ello– sería, por parte de todos sus interlocutores, la no aceptación de nuevas palabras o dicciones que no pasaran por el tamiz del sistema.

ARTÍCULO Nº42 DE EL TRIBUNO

EL “HABLAR ESPONTÁNEO” DE LA GENTE
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
La teoría del caos
Si el lector ha tenido la oportunidad de acceder al artículo anterior, en el que explicaba mi propuesta sobre la aplicación de la teoría del caos al hablar espontáneo de la gente, ahora podrá ampliar esas explicaciones porque me referiré a varios ejemplos que la ilustran y demuestran su factibilidad.
Mi explicación partió de que el hablante –quien conoce perfectamente el “sistema” de su lengua– no se guía, en su habla coloquial, estrictamente por todas las normas académicas de la lengua escrita. En realidad, amén de estas, tiene asumida otra no escrita (la tiene grabada en su cerebro) a la que domina desde que aprendió a hablar, denominada como la “gramática del hablar”. Esta incluye, no solo las reglas lingüísticas, sino también el dominio de la gestualidad, la entonación y todo otro recurso no lingüístico de que se vale para hacerse entender. Conocemos esto como “el hablar espontáneo”.
¿Qué es el “hablar espontáneo”?
Se trata de la comunicación cotidiana que empleamos los que hablamos una lengua. Sus características más importantes, para adecuarse a esta definición son, en primer lugar, la casi total falta de control del usuario sobre cómo se expresa ante los demás. Esto no significa que converse sin orden y sin respetar las normas académicas fundamentales. Para graficar tal situación, sabemos que cualquiera que utilice una lengua, aunque carezca de una formación lingüística (que nunca haya asistido a una escuela), es competente para comunicar todo lo que desee a un interlocutor, haciéndose entender perfectamente. Esa es la situación que le permite convertirse en “hablante-creador”, al igual que un eximio escritor. Amén de la espontaneidad en su hablar, hay que recordar que la comunicación espontánea es, normalmente rápida, en atención a los turnos del hablar que cada uno, medianamente, respeta durante la comunicación. Ello obliga a entrelazar palabras entre sí y a acortar el camino de la pronunciación en la frase. Para ejemplificar, si nos analizamos en nuestro rápido hablar, veremos que casi nunca nos expresamos así: “Está muy cansado”, sino simplemente, “Ta muy cansao”.
Por lo tanto, en la lengua espontánea encontraremos muchas incorrecciones. Famoso fue aquel reproche que se le hacía a Menem porque decía: “Yo no ´necito´ (por necesito) eso”. Sin embargo (y dejando de lado la personalidad y el nivel del expresidente, por lo que se le reprobaba ese error), ¿nos dimos cuenta de que muchas veces hicimos lo mismo? El hablar espontáneo lo permite y ninguno de nuestros interlocutores detendrá la conversación para avisarnos que estamos “hablando mal”, salvo que alguno de ellos aproveche –sin ánimo de corregir, sino más bien como un chiste– para destacar algún error.
Es tan real lo que nos pasa cuando hablamos, que en ciertas situaciones la omisión de una “d” situada entre dos vocales (como el caso de “cansao”) da lugar a que esa palabra adquiera otra significación, como en el ejemplo de “tapado” y “tapao” en el noroeste argentino. Si buscamos la primera palabra, el diccionario, entre otras acepciones, nos dirá que es un sustantivo cuyo significado es “prenda femenina de abrigo”; pero, asimismo, en su acepción número 7: “Norte de Argentina, Bolivia y Perú: Tesoro enterrado” (DRAE, páginas 2133 / 2134). Sin embargo, José Vicente Solá, en su “Diccionario de regionalismos de Salta” (página 315, Plus Ultra, 1975), dice: “Tapao. s.m. Tesoro oculto. Es un vulgarismo por ´tapado´, término usado en nuestro país y en Perú”. Ahora bien; ¿quién de nosotros, salteños –en conversación informal–, definiría como ´tapado´ al tesoro enterrado? Desde hace mucho tiempo que, para nosotros al menos, suena siempre como ´tapao´. Y si no, imagínense cambiarle el nombre al restaurante que está en 20 de Febrero esquina Leguizamón: “El Tapao de la Leguizamón”: nadie lo nombraría como “El Tapado de la Leguizamón”.
Todas estas son cuestiones de la lengua oral espontánea. Muchas de ellas no trascienden a la escrita, pero sí se conservan tal como el hablante espontáneo (todos, cualquiera) las emplea en una comunicación concreta.
Sin ánimo de abundar, sino para que se comprenda mejor aún esto, tenemos la castellanización formal, por parte de la Academia, del término inglés “football” como ´fútbol´. A pesar de ello, también existe la palabra ´fulbo´ y ´fulbito´ que, en muchas ocasiones, poseen mayor fuerza expresiva para los hinchas, en forma particular entre la gente sencilla. Asimismo, ellos han castellanizado las palabras “knock-out”, como ´nocáu´; “foul”, como ´ful´; “fixture”, como ´ficture´, proferida de ese modo; “performance”, como ´perfomance´, también pronunciada así, con el sentido de “rendimiento” o “resultado”; “linesman”, como ´laiman´. Pero asimismo, fuera del ámbito futbolístico, “shopping”, como ´shopin´ / ´chopin´ / ´yopin´; lo mismo que “show”, como ´shou´ / ´you´ y hasta ´chou´; “thank you”, como ´senquiu´; “cowboy”, como ´cobói´ y “sandwich”, como ´sánguche´ o ´sánguich[e]´. A la vez, entre muchas otras, tanto del inglés, como en este caso del francés, “amateur”, que es pronunciada tal cual se lee en castellano.
El lector puede apreciar estos y otros numerosos términos y frases que han sido tomados desde varios idiomas, además del inglés y el francés y– según se lo indicaba su oído acostumbrado a la fonética castellana, de acuerdo con la adaptación que cada hablante- creador consideraba apropiado– luego pasados a nuestra lengua, los cuales quedaron en el léxico popular del “hablar espontáneo”, siendo aceptados muchos de ellos por los académicos. Podemos ejemplificar esto último con casos provenientes del italiano: “pizza”, palabra que, en un nivel culto, se articula como ´pitsa´, pero en el popular se prefiere la forma ´pisa´.
El hablante-creador, por lo tanto, es el principal responsable del desarrollo y actualización de su lengua.