lunes, 14 de noviembre de 2011

CUESTIÓN DE GÉNERO
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta


Género y sexo

En la actualidad, una gran mayoría de profesionales –especialmente de la sociología y otras ramas afines– se sirven de la palabra “género” (que, como se verá en la definición de la RAE, no apunta específicamente al sexo) para referirse a las diferencias entre el varón y la mujer, como también a todos los problemas que de ellas se derivan.
Como lo afirmé en distintas oportunidades, sabemos que los usuarios de la lengua son los que proponen y, en definitiva, fijan las palabras, dicciones y cambios de la lengua, que luego son refrendados por los estamentos académicos. Es decir, debemos aceptarlos, nos guste o no, cuando se han constituido en una norma por el uso mayoritario de una comunidad hablante. En el caso comentado de la palabra “género” también se da esta situación, por lo que es respetable su utilización.
Sin embargo, me parece necesario realizar algunas consideraciones sobre el particular, haciéndome eco de la misma Academia, mas también de varios especialistas que no aceptan esta situación. Para ello, es preciso consultar el DRAE (“Diccionario de la lengua española” de la RAE: Fuente de consultas, www.rae.es).
Así define la palabra citada: “(Del lat. ‘genus, genĕris’) 1. m. Conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres comunes // Clase o tipo a que pertenecen personas o cosas. ‘Ese género de bromas no me gusta’ // 7. m. Gram. Clase a la que pertenece un nombre sustantivo o un pronombre por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre. En las lenguas indoeuropeas estas formas son tres en determinados adjetivos y pronombres: masculina, femenina y neutra”.
Por su parte, el “Diccionario panhispánico de dudas”, también de la RAE, lo hace más explícitamente de este modo: “Esta palabra tiene en español los sentidos generales de ‘conjunto de seres u objetos establecido en función de características comunes’ y ‘clase o estilo’: «Ese género de vida puede incluso agredir a su salud mental» (…). En gramática significa ‘propiedad de los sustantivos y de algunos pronombres por la cual se clasifican en masculinos, femeninos y, en algunas lenguas, también en neutros’ (…). Para designar la condición orgánica, biológica, por la cual los seres vivos son masculinos o femeninos, debe emplearse el término ‘sexo’: «En el mismo estudio, las personas de sexo femenino adoptaban una conducta diferente» (…). Por tanto, las palabras tienen ‘género’ (y no ‘sexo’), mientras que los seres vivos tienen ‘sexo’ (y no ‘género’). No obstante, en los años setenta del siglo XX, con el auge de los estudios feministas, se comenzó a utilizar en el mundo anglosajón el término ‘género’ (ingl. ‘gender’) con un sentido técnico específico, que se ha extendido a otras lenguas, entre ellas el español. Así pues, en la teoría feminista, mientras con la voz ‘sexo’ se designa una categoría meramente orgánica, biológica, con el término ‘género’ se alude a una categoría sociocultural que implica diferencias o desigualdades de índole social, económica, política, laboral, etc. Es en este sentido en el que cabe interpretar expresiones como ‘estudios de género’, ‘discriminación de género’, ‘violencia de género’, etc. Dentro del ámbito específico de los estudios sociológicos, esta distinción puede resultar útil e, incluso, necesaria. Es inadmisible, sin embargo, el empleo de la palabra ‘género’ sin este sentido técnico preciso, como mero sinónimo de ‘sexo’, según se ve en los ejemplos siguientes: «El sistema justo sería aquel que no asigna premios ni castigos en razón de criterios moralmente irrelevantes (la raza, la clase social, el género de cada persona)» (País@[Esp.] 28.11.02); «Los mandos medios de las compañías suelen ver como sus propios ingresos dependen en gran medida de la diversidad étnica y de género que se da en su plantilla» (Mundo [Esp.] 15.1.95); en ambos casos debió decirse ‘sexo’, y no ‘género’. Para las expresiones ‘discriminación de género’ y ‘violencia de género’ existen alternativas como ‘discriminación’ o ‘violencia por razón de sexo’, ‘discriminación’ o ‘violencia contra las mujeres’, ‘violencia doméstica’, ‘violencia de pareja’ o similares”.
Normas para la lengua escrita formal
A pesar de la abundancia de citas al respecto –y solamente con el objeto de aclarar aún más sobre el particular– agrego algunos párrafos de la misma referencia del “Diccionario panhispánico de dudas”: “(…) Cuando el sustantivo designa seres animados, lo más habitual es que exista una forma específica para cada uno de los dos géneros gramaticales, en correspondencia con la distinción biológica de sexos, bien por el uso de desinencias o sufijos distintivos de género añadidos a una misma raíz, como ocurre en gato/gata, profesor/profesora, nene/nena, conde/condesa, zar/zarina; bien por el uso de palabras de distinta raíz según el sexo del referente (heteronimia), como ocurre en hombre/mujer, caballo/yegua, yerno/nuera; no obstante, son muchos los casos en que existe una forma única, válida para referirse a seres de uno u otro sexo: es el caso de los llamados «sustantivos comunes en cuanto al género» (→ a) y de los llamados «sustantivos epicenos» (→ b). Si el referente del sustantivo es inanimado, lo normal es que sea solo masculino (cuadro, césped, día) o solo femenino (mesa, pared, libido), aunque existe un grupo de sustantivos que poseen ambos géneros, los denominados tradicionalmente «sustantivos ambiguos en cuanto al género» (→ c)”. En este contexto, algunos de estos sustantivos designan el género acompañados por artículo o pronombre adjetivo: “‘el/la pianista’; ‘ese/esa psiquiatra’; ‘un buen/una buena profesional’”.
El uso de la arroba (@), en boga en la actualidad para mencionar ambos géneros, debe evitarse –estatuye la Academia– porque no se trata de un signo lingüístico, por lo que es normativamente inadmisible, puesto que el masculino es inclusivo, o sea que abarca a ambos géneros. Además de no poder usarse, esta fórmula integradora origina, en muchos casos, inconsistencias, como en el ejemplo que sigue: ‘Día del niñ@’. En él la contracción ‘del’ solamente es válida para el masculino ‘niño’, mas no para el femenino ´niña’.
Tal como puede apreciarse por estas consideraciones, si bien se afirma arriba que el hablante o usuario es quien legítimamente puede producir cambios en el idioma, dichos cambios no deben trasladarse a la lengua escrita formal, sobre todo cuando entran en colisión con las normas académicas que la rigen.
En síntesis
Para redondear estos conceptos normativos y aclararlos para el uso de la lengua escrita, es legítimo, en primer lugar, el uso de la palabra “género” en los sentidos de las expresiones arriba detalladas, como ‘estudios de género’, ‘discriminación de género’, ‘violencia de género’; sin embargo, al hacerlo fuera de este ámbito, se corre el riesgo de caer en la imprecisión de otras, por confundir las palabras “sexo” con “género”, como el de los dos ejemplos de los diarios El País y El Mundo, de España, consignados arriba. En segundo lugar, hay que seguir, en cuanto al uso de sustantivos masculinos y femeninos, las claras reglas que da la Academia.
En tal sentido, ahora solo reproduje algunas de ellas; por lo tanto, en un futuro artículo volveré a referirme a otras tan importantes como estas, a las que, por cuestiones de espacio, hoy no puedo abordar.
DE DICCIONARIOS Y ENCICLOPEDIAS
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta

En el artículo anterior realicé una aclaración sobre los libros de referencia o de consulta. Ahora explicaré sobre qué se habla en ellos. Son los que exponen, de manera más o menos sistemática, aquello que se presenta y desarrolla en las fuentes primarias, o sea los libros que versan, esta vez en forma sistemática, sobre alguna materia específica de una ciencia o de distintos aspectos de la realidad. Son de referencia, por ejemplo, enciclopedias, diccionarios, libros de texto, manuales y otros similares. Por lo general, estos ordenan sus temas o glosarios alfabéticamente. Lo destacable –en comparación con los otros tipos de libros– es que constituyen un material de consulta; es decir, normalmente no se leen “de corrido”, sino que se busca en ellos diferentes datos, como en los diccionarios de la lengua, en los cuales rastreamos palabras para comprender o ampliar distintos sentidos y significados. Jamás se nos ocurriría leerlos de la “a” a la “z”.
Como otros ejemplos importantes de libros de referencia o de consulta, está la Enciclopedia Británica, conocida como una de las más importantes del mundo. Por supuesto que, además de haber sido publicada en inglés, también tiene la versión castellana, junto con la de otras lenguas que cuentan con millones de usuarios. De todos modos, como es una publicación muy cara (cuesta alrededor de 900 euros), es posible consultarla en internet y en las bibliotecas de cierta categoría. En nuestro idioma tenemos varias enciclopedias generales de mucho valor. Pero es preciso señalar que no solo hay enciclopedias generales, sino también las orientadas a temas específicos, como los mapas y cartografías, las de temas geográficos, las dedicadas a memorias y vidas de personajes destacados, y muchas más.
Otro ejemplo específico referido a la lengua lo constituyen las innumerables gramáticas que existen en español, desde las muy especializadas, escritas para investigadores, como las que son de consulta masiva. Una de las obras más trascendentes de la Real Academia es la “Ortografía de la lengua española”, publicada a fines de 2010, a disposición de cualquier lector. Pero, más que esta, para especialistas, es recomendable la obra de idéntico nombre publicada en 1999, práctica para ser examinada por cualquier usuario.
Los diccionarios
Quién no utilizó un diccionario desde los años de la primaria… En este sentido, esos libros de referencia han sido los primeros que consultamos desde pequeños. Luego, a medida que fuimos creciendo y adentrándonos en el saber en la escuela secundaria y después en la universidad –mas también cuando, ya adultos, elegimos un área del saber para especializarnos–, conocimos diccionarios sobre distintas especialidades: biología, medicina, arquitectura, e innumerables áreas del saber que necesitan ser consultadas sobre sus términos técnicos.
Se puede apreciar lo explicado en la definición que proporciona el “Diccionario de la Real Academia de la Lengua” sobre este tema: “Libro en el que se recogen y explican de forma ordenada voces de una o más lenguas, de una ciencia o de una materia determinada // 2. Catálogo numeroso de noticias importantes de un mismo género, ordenado alfabéticamente. ‘Diccionario bibliográfico, biográfico, geográfico`” (DRAE, página 818).
En un diccionario podemos encontrar el significado de las palabras, con las distintas acepciones utilizadas en cada uno de los lugares donde se habla español. Por ejemplo, el “Diccionario de regionalismos de la lengua española” de Pablo Grosschmid y Cristina Echegoyen (1998) afirma que la palabra “chango”, en el noroeste argentino, significa “chico”, “niño”, “muchacho” (página 155); sin embargo, en Buenos Aires y en el Río de la Plata, este concepto se designa con la palabra “pibe” (página 427). En cambio, en algunas zonas de México “chango” significa “mono”, “mico” y, en general, “simio”, mientras que en Chile apunta a una persona torpe y fastidiosa. Por otra parte, en Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela, “bromista”, “guasón” y, además, en Puerto Rico, “persona de modales afectados”. Por fin, nuestro “Diccionario de regionalismos de Salta” de José Vicente Solá (1975, páginas 111-112) define a “chango” como “Muchacho. También se aplica, cariñosamente, a personas de cierta edad”.
Esas variaciones se dan en muchas palabras de distintas zonas donde se habla español, aunque también se producen en otras lenguas.
Todos sabemos que existen, asimismo, diccionarios de cada una de las lenguas, en los que se brinda léxico y dicciones comparativas entre dos idiomas, para quienes estudian –desde la propia y nativa– otras extranjeras: hay diccionarios “español-inglés”, español-italiano”, por citar solo dos casos.
Las enciclopedias
Enciclopedia (del griego “en”; “kíklos” = círculo; “paideia” = educación; literalmente, “educación en círculos”) es un “Conjunto de todas las ciencias // 2. Obra en que se trata de muchas ciencias. // 3. Conjunto de tratados pertenecientes a diversas ciencias o artes. // 4. “Diccionario enciclopédico” (DRAE, página 902).
En este tipo de libro de consulta (en el que también se muestra el significado de las palabras) se habla sobre distintos temas de todas las ciencias. Por caso, de los lugares geográficos, ciudades, personajes destacados en la historia, hechos históricos, datos científicos para consumo de no especialistas, y miles de temas, con la ayuda de fotos e ilustraciones, como también sobre cualquiera de las otras ciencias.
En una biblioteca, como están a disposición del público distintos tipos de diccionarios, también se ofrece varias ediciones enciclopédicas que, por lo general, constan de más de un tomo cada una.
Tales libros de consulta solucionan más de un problema a los estudiantes cuando sus profesores les encargan pequeños o más avanzados trabajos monográficos sobre cualquier materia. Sin embargo, muchos adultos, a los que solamente inquieta la curiosidad por determinados asuntos científicos o de divulgación masiva, tienen en ellos la posibilidad de satisfacer sus dudas.
Amén de estos datos, y aunque parezca una obviedad, es preciso recordar que, tanto diccionarios, como en especial enciclopedias, están radicados en páginas web de fácil acceso, de modo que, sin necesidad de asistir a una biblioteca, es posible consultarlos desde el propio domicilio y sin costo, lo que además les ahorra tiempo.
Conclusión
El tema tratado me fue solicitado por María Victoria Lladós, cuyos estudiantes que visitamos hace un par de semanas necesitan precisiones al respecto. Por eso les auguro que pueda serles de utilidad para repotenciar su aprendizaje.
Sin embargo, cualquier lector puede encontrar, en esta orientación, una guía práctica para manejar y aprovechar mejor su consulta, ahorrando tiempo y gasto de traslado a una biblioteca.
En definitiva, la consulta a cualquiera de estos libros llamados “de referencia” ofrece a los lectores un amplio panorama de posibilidades no solo para consultar en situaciones concretas que deben solucionar, sino asimismo para ampliar sus conocimientos sobre temas de su interés.
EL RETORNO DE LA GAUCHITA
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
“Ha pasado tanto tiempo que parece imposible volver al ayer, cuando una
familia integrada por los padres, Susana y Eduardo, y sus hijos, Vicente,
Andrea y Viviana, sacaban, como de la galera de un mago, esta
publicación bautizada "La Gauchita", que anduvo por los pueblos, por
las provincias, por la patria toda. Luego viajó a otros países, caminó
los mapas y llegó como una vocera de la cultura de Salta a todos los
continentes de la tierra” escribe el poeta Eduardo Ceballos en la página web de La Gauchita, que se encuentra en la dirección www.lagauchitadesalta.com.ar .

Más adelante continúa: “Desde una humilde familia creció un sueño que, con el correr de los
años, se hizo universal. Cada paso está documentado y crece el asombro
cuando se ven los testimonios de lo actuado”. Ese sueño se realizó durante una década. Sin embargo, el imperio del Mercado determinó que no podía seguir: había imperiosas necesidades económicas que lo impedían. A pesar de todo, la voluntad, el amor por el idioma y la cultura popular y el empuje que otorga la pasión por hacer y crear, es más fuerte que el señorío liberal: nuevamente se reunió la familia, esta vez fogoneada por los hijos, ya adultos, y determinaron que, a cualquier costo y esfuerzo, debían resucitar a esa “gauchita” abandonada, aunque jamás olvidada. Y fue así como, el padre de la criatura, decidió que fuera presentada, nuevamente, a su público el primer día de noviembre que se aproxima.

La nueva Gauchita

El primer paso que dio en su renacimiento fue ocupar esta página web a la que nos referimos: allí se acumulan las tapas de cada uno de los números, a través de las cuales es posible acceder a sus páginas y recordar –para sus seguidores– todos los momentos vividos en aquella década.
Pero todo tiempo pasado es pisado por el olvido, porque la frágil
memoria humana pierde señales en el camino. Hasta que aparecieron los
días, en que un Luis del pueblo, armó el pesebre de los recuerdos,
buscando a ciegas por las estanterías del tiempo, para ir produciendo
una vidriera que honre el trabajo de tanta gente talentosa.

El milagro se produjo, ya están de nuevo casi todas las tapas y
estarán todas sus páginas, de este medio modesto que marcó presencia.

Si Ud. amigo lector, apareció alguna vez en La Gauchita, está allí,
con su nombre amplificado en el tiempo. La magia se dió: el ayer es
hoy y el hoy será mañana. Por mucho tiempo, La Gauchita seguirá
aportando y abriendo el corazón a todos los amigos que se acerquen.

Queremos que nos acompañen, que nos estimulen a crecer, a sobrevivir
en un mundo complicado. Le pondremos fuerza, amor, entusiasmo.
La Gauchita es nuestra, es de Salta y hace falta.

Cumplimos en presentar nuevamente el contenido de las históricas
revistas "La Gauchita" para que acompañe al lector ocasional. Allí
encontrará el sabroso fruto de lo que generosamente ofrecieron los
escritores de Salta, como un racimo memorioso de la raza, de la
historia, de sus fiestas y su canto.

Como pan bueno se ofrece para alimentar su vida, para acompañarlo por
las galerías del recuerdo. Que lleguen nuevas noticias a poblar de
pájaros nuestros espacios, que como lluvia fresca reverdece los campos interiores de cada uno y dibuje una sonrisa existencial.

Me quedo con mi mensaje anchuroso y provinciano. Gracias por acompañarnos.

Dedico este trabajo a cada uno de los amigos que lo hicieron posible
con su aporte generoso.

A mi familia, esposa, hijos y nietos que siempre están con la causa y
son la razón de mi existencia.

A Luis Dias y señora, que nos ayudan a sacar telarañas de las cosas de
la historia.

A los que vendrán con su viento nuevo a traer la semilla de la esperanza.

A todos con mucho afecto.

Gratitud para poetas, escritores, músicos, periodistas, artistas que
compartieron los sueños.

Gracias por el protagonismo que le pone color y magia a la cultura de Salta.



Eduardo Ceballos

martes, 25 de octubre de 2011

´TRABAJO PRÁCTICO CON NOTA

DEL LIBRO DE VAQUERO:

1)DEL VOLUMEN "PRONUNCIACIÓN" (PÁGS.57-63)


1.1.5
1.2.5
1.2.8
1.2.14 b

2)DEL VOLUMEN "MORFOSINTAXIS Y LÉXICO" (PÁGS.57-64)


2.1
2.2
2.6
2.11

viernes, 14 de octubre de 2011

ARTÍCULO Nº 44 DE EL TRIBUNO

LENGUA: SOLIDARIDAD, FE Y ALEGRÍA

Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
La invitación
Días pasados, mi amiga y exalumna de la UNSa., María Victoria Lladós Arias, Profesora en Letras, tuvo la gentileza de invitarnos, al poeta Eduardo Ceballos y a mí, a una actividad académica relacionada con nuestro idioma, en el Centro Educativo N° 8174, “Fe y Alegría”, ubicado en Barrio Solidaridad. Por supuesto que aceptamos encantados, dado que nos interesa mucho todo lo que se relaciona con esto y con la educación de los niños, futuro de nuestra patria. Juntamente con nosotros había sido convocado, asimismo, el joven poeta Nicolás Valeriano, exalumno de la Institución, quien tuvo a su cargo la lectura de un cuento de su autoría, titulado “La niña”. Los tres participantes coincidimos, ese viernes 30 de setiembre, en rendir un cálido homenaje a esos adolescentes interesados en formarse como ciudadanos útiles y capaces, lo que demostraron, durante la hora y media que duró el acto, con una atención y respeto dignos de mención, dado que en la actualidad es muy difícil, en un grupo escolar de esta naturaleza, encontrarlos.
La redacción: una destreza
Lo que se destacó en esa jornada fue la lectura de producciones escritas por parte de varios grupos de estudiantes de los últimos cursos. Puedo asegurar que nos deleitó escuchar distintos relatos, muy bien estructurados y creativos, sobre aspectos de la realidad de estos chicos dentro y fuera del local escolar. Cada relato demostró la preparación que ellos exhibían y que sus profesores del Departamento de Lengua habían logrado a lo largo del tiempo, dedicándoles mucho esfuerzo y cariño; pero también se vio plasmada la dedicación, como igualmente el empeño, que los aprendices comprometieron para arribar al objetivo propuesto. Esto, por otra parte, demostró el ahínco con el que trabaja la Institución, solidariamente con sus docentes, para inculcarles las competencias básicas, necesarias para un buen desempeño en la sociedad, desde muy pequeños. Un claro ejemplo de compromiso institucional y docente en un contexto en el que, en muchos casos, no se lo demuestra.
Sería imposible compartir con los lectores lo que experimentamos en esa oportunidad; sin embargo, al menos quiero ofrecerles una pequeña muestra, transcribiendo una parte de uno de los cuentos leídos. De ese modo podrán apreciar que –como en tantas otras escuelas de la provincia– muchos adolescentes, acompañados por la perseverancia y amor de sus profesores y maestros (aunque asimismo con el apoyo de sus padres), son capaces de dedicar tiempo y esfuerzo con miras a una formación que los catapulte a una sociedad sedienta de actores comprometidos que se dediquen a un trabajo solidario para con el prójimo. Es muy valorable apreciarlo, sobre todo cuando, en estos días, nos hemos anoticiado de la violencia ejercida en establecimientos educativos por alumnos y padres que agreden a docentes y directivos. Ante tal situación, se tiende a generalizar y a trasmitir a la sociedad un temor similar al de una pandemia. Sin dejar de reconocerlos y preocuparnos, estimo que estadísticamente son hechos aislados que se debe abordar convenientemente para que no se multipliquen. Transcribo el texto prometido, elaborado por estudiantes del primer año B, del turno tarde:
“Era una tarde de verano y un grupo de jóvenes compañeros del primer año B de esta escuela se predisponía a disfrutarla, yendo de excursión todo un fin de semana al dique Cabra Coral… sin sospechar nada de lo que allí iría a ocurrir. Fue entonces cuando sucesos siniestros comenzaron a transformar la escena en terrorífica y espectral. Primero desapareció Gabriela, tras un largo grito que se escuchó desde una tupida vegetación. Por la mañana sus compañeros del colegio creyeron verla flotar en el dique. Sin embargo el destino les había jugado un mal rato, ya que se trataba de un ramaje enmohecido. Las desapariciones continuaron, cada vez más inexplicables. ¡Quién pensaría que aquella tarde, prometedora de diversión entre compañeros, daría como resultado un nuevo trimestre, pero esta vez sin alumnos! Fin”.
En la intervención, tanto de Ceballos como mía, aprovechamos para felicitarlos por su ejemplar comportamiento y producción. Luego los hicimos partícipes, asimismo, de nuestras experiencias infantiles, en el Seminario Conciliar de Salta, para perfeccionar nuestra lengua materna: la lectura cotidiana, en el comedor, de novelas que nos cautivaban, precedida por algunos versículos del Evangelio; los certámenes de redacción; los dictados para entrenar la ortografía y el paseo cotidiano por las páginas del bello libro del padre Rodolfo Ragucci, “El habla de mi tierra”, con el que cimentamos nuestra competencia lingüística que nos tocó ejercer en la actividad profesional. Todo esto lo vivimos con nuestros compañeros Ernesto Martearena, Oscar Mario Moya, Néstor Cervera, Enrique Pérez, Melesio Teseira, Rubén Pérez, y tantos otros con los que tuvimos la suerte de compartir nuestra formación para la vida.
Finalmente nuestros anfitriones nos hicieron conocer los distintos ambientes escolares. En ellos apreciamos el orden, la limpieza, la dedicación puesta de manifiesto, tanto por parte del personal, como asimismo de cada uno de los alumnos, para preservar un ámbito ejemplar y trasmisor de valores para la vida. Entre tantas cosas positivas que contemplamos, se destacaron los murales –que pueden ver en la foto–, producto de lectura comprensiva realizada por los estudiantes sobre textos de María Elena Walsh, a los cuales interpretaron con los dibujos que engalanan el patio cubierto de la escuela.
Desde esta columna felicitamos cálidamente a directivos, profesores –en especial a Victoria Lladós– y estudiantes porque hacen honor, con todo el desempeño y esfuerzo que comprometen, al nombre no solo del establecimiento, sino también del barrio en el que están insertos.
Culminamos nuestra visita al Centro Educativo Fe y Alegría con una gran satisfacción al darnos cuenta de que, en numerosos lugares de Argentina, como en el que nos tocó visitar, hay mucha gente –tanto directivos, como docentes, estudiantes, acompañados por su familia –que se esmeran y se sacrifican para ofrecer, a la sociedad del futuro no lejano, lo mejor que podrían legarle: la fe, la solidaridad y la alegría.

viernes, 7 de octubre de 2011

ARTÍCULO Nº 43 DE EL TRIBUNO

¡ESTA PALABRA “SUENA” DIVINA!

Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
El sistema de la lengua española
En el artículo de la semana anterior sobre el hablar espontáneo de la gente, expliqué que la llamada “gramática del hablar” es aquella que posee todo hablante en su cerebro, además de las normas académicas escritas, mediante la cual sabe no solo expresarse con palabras, sino además con gestos y entonación adecuados a la situación de habla que encara. Ella nos guía para que logremos una comunicación exitosa en todo momento con cualquier interlocutor.
En ese artículo me referí, también, a lo que se denomina el “sistema de la lengua” el cual, según lo manifesté, es perfectamente conocido y utilizado por el hablante. Este sabe muy bien dentro de qué parámetros podrá inventar una palabra o una nueva expresión idiomática, cuando necesite hacerlo.
Desde los primeros años de aprendizaje de la lengua materna, el niño demuestra dominio de la “regularidad”, relacionada con la conjugación verbal, la concordancia entre singular y plural, y otras situaciones semejantes, propias del instrumento de comunicación. Lo comprobamos cuando, en lugar de optar por formas conjugadas irregulares vigentes, elige “sabo” en lugar de “sé” o bien, “decí” en vez de “dije”. Probablemente esto suceda gracias a la “memoria genética heredada” que se fue gestando a lo largo de siglos y milenios. A medida que pasa el tiempo y va practicando su lengua con los demás –incluso antes de ingresar a la escuela–, el chico aprende aquellas formas que no siguen la regularidad, sino que se han apartado de ella: dirá, entonces, “sé” y “dije” y cobrará conciencia de lo que está bien y de lo que está mal en su hablar.
Tanto la “regularidad” como el “sistema” lo acompañarán a lo largo de su vida de relación comunicativa y le proporcionarán los elementos necesarios para un buen desempeño lingüístico.
Pasando ahora al acto creativo del lenguaje, cuando un hablante popular eligió “fulbo” y “fulbito”, por ejemplo, se alejó del sistema de la lengua inglesa que coloca una “t” antes de la “b”: la suprimió y, en su lugar, la suplió por la “l” que figura al final de la palabra “fútbol”, castellanizada de esta manera en el nivel culto. No se le hubiera ocurrido optar por “fulbot” (ubicando, al final, la “t” perdida) dado que esta consonante no es una finalización propia del castellano. Por eso comprobamos que todas las terminaciones de los verbos de tercera persona del latín, que culminan en esa consonante, la perdieron en el curso de la historia: “amat”, se castellanizó como “ama”; “tement”, como “temen”. Es verdad que existen voces de uso culto que finalizan en “t” en nuestro idioma; pero en el hablar esta se escucha levemente en dicho nivel cultural. Sin embargo, en el hablar espontáneo desaparece (tarot = taró; complot =compló). El “Diccionario panhispánico de dudas” (2005, página 156) dice respecto a “complot”: “Aunque a veces se usa la adaptación ´compló´ (pl. ´complós´), se considera preferible mantener la -t final etimológica, de acuerdo con la pronunciación mayoritaria”. Esto prueba que la emisión popular y espontánea generalmente elimina la consonante final porque no es propia de la lengua española. De este modo, el “sistema”, vigente en cada uno de los usuarios del idioma, les “ordena” evitar vocablos que no se adecuan a dicho sistema.
Pronunciación y escritura
Provenientes sobre todo del inglés –pero, asimismo, de otros idiomas–, hay muchos términos que, a pesar de ser pronunciados como lo exige la “gramática del hablar” del castellano, han sido introducidos a la lengua escrita con letras que no son fieles a su pronunciación real. Muchos de estos son nombres de personas (antropónimos), mas también existe una cantidad indeterminada de ellos que constituyen nombres de comercios, quioscos y negocios. Algunos ejemplos: “Previserv”, nombre de una prestadora de salud que, en el hablar espontáneo, se pronuncia como /previsér/; “Cable express”, como /cablexprés/; “Rapidmoto”, cuya “d” no es tomada en cuenta al hablar, ya que desaparece (rapimoto); “Karina”, cuya escritura más adecuada sería con “C”; “Joanna / Johanna”, cuya transcripción no concuerda con su articulación real; en los nombres femeninos “Gisella” (la “g” no es la propia del español, sino que suena /Yisela/), “Antonella” (/Antonela/), “Anabella”, la pronunciación de la “ll” no es igual a la de “gallina”, sino que se sonoriza como “l”. De igual modo que estos ejemplos, hay muchos otros en relación con situaciones similares que presentan una escritura distinta de su pronunciación en la lengua hablada cotidiana.
¿A qué se debe este fenómeno que efectúan usuarios de la lengua? No es que desconozcan, según se destacó antes, sus reglas. Lo que pasa es que, por razones de “prestigio” –porque suena “bonito” en el nuestro lo que proviene de otro idioma, por lo que el que crea esa palabra, aunque también los que lo imitan, la eligen así–, se impone un uso que no corresponde al sistema del español.
¿Está mal este procedimiento? ¿Debe evitarse y encarrilarse dentro de lo establecido en las normas lingüísticas? Esto, seguramente, sería lo ideal. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el hablar espontáneo es tal y, por lo tanto, no está totalmente bajo el imperio de las normas lingüísticas académicas. En realidad, debe cumplir con las propias del “sistema”: no debe apartarse (repito que el hablante lo “sabe” claramente y lo respeta) de los parámetros que tiene grabados en su cerebro. El “castigo” para tal eventual acción –técnicamente imposible de realizarse, ya que nadie se arriesgaría a ello– sería, por parte de todos sus interlocutores, la no aceptación de nuevas palabras o dicciones que no pasaran por el tamiz del sistema.

ARTÍCULO Nº42 DE EL TRIBUNO

EL “HABLAR ESPONTÁNEO” DE LA GENTE
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
La teoría del caos
Si el lector ha tenido la oportunidad de acceder al artículo anterior, en el que explicaba mi propuesta sobre la aplicación de la teoría del caos al hablar espontáneo de la gente, ahora podrá ampliar esas explicaciones porque me referiré a varios ejemplos que la ilustran y demuestran su factibilidad.
Mi explicación partió de que el hablante –quien conoce perfectamente el “sistema” de su lengua– no se guía, en su habla coloquial, estrictamente por todas las normas académicas de la lengua escrita. En realidad, amén de estas, tiene asumida otra no escrita (la tiene grabada en su cerebro) a la que domina desde que aprendió a hablar, denominada como la “gramática del hablar”. Esta incluye, no solo las reglas lingüísticas, sino también el dominio de la gestualidad, la entonación y todo otro recurso no lingüístico de que se vale para hacerse entender. Conocemos esto como “el hablar espontáneo”.
¿Qué es el “hablar espontáneo”?
Se trata de la comunicación cotidiana que empleamos los que hablamos una lengua. Sus características más importantes, para adecuarse a esta definición son, en primer lugar, la casi total falta de control del usuario sobre cómo se expresa ante los demás. Esto no significa que converse sin orden y sin respetar las normas académicas fundamentales. Para graficar tal situación, sabemos que cualquiera que utilice una lengua, aunque carezca de una formación lingüística (que nunca haya asistido a una escuela), es competente para comunicar todo lo que desee a un interlocutor, haciéndose entender perfectamente. Esa es la situación que le permite convertirse en “hablante-creador”, al igual que un eximio escritor. Amén de la espontaneidad en su hablar, hay que recordar que la comunicación espontánea es, normalmente rápida, en atención a los turnos del hablar que cada uno, medianamente, respeta durante la comunicación. Ello obliga a entrelazar palabras entre sí y a acortar el camino de la pronunciación en la frase. Para ejemplificar, si nos analizamos en nuestro rápido hablar, veremos que casi nunca nos expresamos así: “Está muy cansado”, sino simplemente, “Ta muy cansao”.
Por lo tanto, en la lengua espontánea encontraremos muchas incorrecciones. Famoso fue aquel reproche que se le hacía a Menem porque decía: “Yo no ´necito´ (por necesito) eso”. Sin embargo (y dejando de lado la personalidad y el nivel del expresidente, por lo que se le reprobaba ese error), ¿nos dimos cuenta de que muchas veces hicimos lo mismo? El hablar espontáneo lo permite y ninguno de nuestros interlocutores detendrá la conversación para avisarnos que estamos “hablando mal”, salvo que alguno de ellos aproveche –sin ánimo de corregir, sino más bien como un chiste– para destacar algún error.
Es tan real lo que nos pasa cuando hablamos, que en ciertas situaciones la omisión de una “d” situada entre dos vocales (como el caso de “cansao”) da lugar a que esa palabra adquiera otra significación, como en el ejemplo de “tapado” y “tapao” en el noroeste argentino. Si buscamos la primera palabra, el diccionario, entre otras acepciones, nos dirá que es un sustantivo cuyo significado es “prenda femenina de abrigo”; pero, asimismo, en su acepción número 7: “Norte de Argentina, Bolivia y Perú: Tesoro enterrado” (DRAE, páginas 2133 / 2134). Sin embargo, José Vicente Solá, en su “Diccionario de regionalismos de Salta” (página 315, Plus Ultra, 1975), dice: “Tapao. s.m. Tesoro oculto. Es un vulgarismo por ´tapado´, término usado en nuestro país y en Perú”. Ahora bien; ¿quién de nosotros, salteños –en conversación informal–, definiría como ´tapado´ al tesoro enterrado? Desde hace mucho tiempo que, para nosotros al menos, suena siempre como ´tapao´. Y si no, imagínense cambiarle el nombre al restaurante que está en 20 de Febrero esquina Leguizamón: “El Tapao de la Leguizamón”: nadie lo nombraría como “El Tapado de la Leguizamón”.
Todas estas son cuestiones de la lengua oral espontánea. Muchas de ellas no trascienden a la escrita, pero sí se conservan tal como el hablante espontáneo (todos, cualquiera) las emplea en una comunicación concreta.
Sin ánimo de abundar, sino para que se comprenda mejor aún esto, tenemos la castellanización formal, por parte de la Academia, del término inglés “football” como ´fútbol´. A pesar de ello, también existe la palabra ´fulbo´ y ´fulbito´ que, en muchas ocasiones, poseen mayor fuerza expresiva para los hinchas, en forma particular entre la gente sencilla. Asimismo, ellos han castellanizado las palabras “knock-out”, como ´nocáu´; “foul”, como ´ful´; “fixture”, como ´ficture´, proferida de ese modo; “performance”, como ´perfomance´, también pronunciada así, con el sentido de “rendimiento” o “resultado”; “linesman”, como ´laiman´. Pero asimismo, fuera del ámbito futbolístico, “shopping”, como ´shopin´ / ´chopin´ / ´yopin´; lo mismo que “show”, como ´shou´ / ´you´ y hasta ´chou´; “thank you”, como ´senquiu´; “cowboy”, como ´cobói´ y “sandwich”, como ´sánguche´ o ´sánguich[e]´. A la vez, entre muchas otras, tanto del inglés, como en este caso del francés, “amateur”, que es pronunciada tal cual se lee en castellano.
El lector puede apreciar estos y otros numerosos términos y frases que han sido tomados desde varios idiomas, además del inglés y el francés y– según se lo indicaba su oído acostumbrado a la fonética castellana, de acuerdo con la adaptación que cada hablante- creador consideraba apropiado– luego pasados a nuestra lengua, los cuales quedaron en el léxico popular del “hablar espontáneo”, siendo aceptados muchos de ellos por los académicos. Podemos ejemplificar esto último con casos provenientes del italiano: “pizza”, palabra que, en un nivel culto, se articula como ´pitsa´, pero en el popular se prefiere la forma ´pisa´.
El hablante-creador, por lo tanto, es el principal responsable del desarrollo y actualización de su lengua.

ARTÍCULO Nº 41 DE EL TRIBUNO

¡Y EL CAOS SE VOLVIÓ ORDENADO…!
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
La teoría del caos
Hoy quiero compartir con mis lectores un trabajo que, cuando se publique esta página, habrá sido presentado en las Segundas Jornadas de Fonética y Fonología que se celebrarán en la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba entre el 19 y 20 de setiembre. El trabajo se titula “El papel de la fonética en el cambio lingüístico según la teoría del caos”. Parece bastante descabellado el título (¿qué tiene que ver el caos con nuestro instrumento de comunicación?); sin embargo, paso a explicarles de qué se trata.
Para el Diccionario de la RAE, el caos es “un estado amorfo (sin forma) e indefinido que se supone anterior a la organización del cosmos”. Desde los antiguos griegos, caos era sinónimo de desorganización y ausencia de reglas. A pesar de eso, les quedaba claro que, en el mismo caos, se encontraba la esencia del orden. A mediados del siglo pasado surgió una inquietud por saber si era verdad que el caos era desorganizado. Muchos investigadores, como Edward Lorenz, se dedicaron a estudiarlo, a partir del seguimiento de los fenómenos meteorológicos: comenzaron a descubrir ciertas tendencias sobre los fenómenos de la naturaleza y, sobre esta base, las convirtieron en reglas, las cuales solían cumplirse con una cierta frecuencia. El resultado es lo que hoy denominamos “predicciones meteorológicas” que suelen cumplirse según un determinado porcentaje. Lo mismo sucede con el estudio, en medicina, de las arritmias cardíacas, en busca de reglas sobre su regularidad, para aplicarlas a la curación de los enfermos que las padecen.
La teoría del caos aplicada al hablar espontáneo
Siendo imposible abundar, en mi artículo, con más ejemplos sobre otras disciplinas científicas implicadas en la teoría del caos, me abocaré al motivo de estas líneas. En 1998 presenté, en un congreso que se llevó a cabo en la Universidad de Salamanca, mi propuesta de aplicación de la teoría del caos al hablar espontáneo de la gente. Me basé, para ello, en que el usuario común de la lengua, sin dejar de cumplir las reglas académicas fundamentales, es el encargado de crear nuevas palabras, dicciones, pero también situaciones gramaticales (como el orden sintáctico, tomado del quechua, en “Cabra Corral” que, en nuestro idioma debiera estar ordenado como “Corral de Cabras”). Esto se debe a que el idioma hablado es dinámico, cambiante y evolutivo y no estático, como lo es parcialmente la normativa. El hablante se maneja con metáforas calcadas de la realidad, con las cuales inspira a los poetas. Y, al crear, no se rige totalmente por las normas académicas, sino por reglas o tendencias que comparte con los interlocutores en la comunicación, mediante las cuales se comprenden entre sí. En una palabra, el “hablar espontáneo” de la gente, según mi entender, es caótico: no sigue a rajatabla las normas académicas; sin embargo, no carece de reglas, sino que tiene las propias, con las cuales están de acuerdo todos los hablantes, a partir del hecho de que siempre se comprenden. El lingüista Eugenio Coseriu denomina a estas reglas la “gramática del hablar”, porque residen en el cerebro de los hablantes.
Las tendencias del hablante espontáneo
Una de las reglas o tendencias por las que se guía en la creación es la “analogía”: se crea palabras por comparación con otras conocidas, para lo cual muchas veces se utilizan sufijos o prefijos, o sea terminaciones o comienzos de palabra. Al igual que “asentamiento”, se ha creado muchas palabras de ese modo: “asesoramiento”, “saneamiento”, por ejemplo. Sin embargo, en otras ocasiones se elige el procedimiento contrario: la “contraanalogía”, una palabra que se aleje de la forma propia de otra. Podría haberse elegido, para el concepto “rubricar un cheque con la identificación personal”, la palabra “firmación”, comparándola con “aclaración”, “reunión”, “afirmación”; sin embargo, el creador se alejó de ellas prefiriendo la palabra “firma”. Otra tendencia, una de las más utilizadas, es la de “el menor esfuerzo”, empleando la menor cantidad de signos posibles y se la encuentra en lo que llamamos “apócope”, mediante el cual reducimos las palabras. En lugar de “profesor”, “profe”; en vez de “promoción”, “promo”. Un cuarto procedimiento lo tenemos en el criterio “estético-auditivo”, mediante el cual se crean palabras agradables al oído, no solo del creador, sino sobre todo de los demás usuarios, para que guste a todos. “Trucho” es un ejemplo que, a pesar de no haber recibido la aceptación de mucha gente, sin embargo, quizá por su sonido y comparación con otras palabras similares, ha encontrado aceptación y difusión generalizada. En síntesis, el hablante-creador optará por una palabra que a todos resulte “funcional”, es decir, la más apropiada para expresar una realidad.
A la vez, es preciso aclarar que, cuando una palabra ya ha perdido vigencia entre los hablantes y no es capaz de significar aquello para lo que ha sido creada, entonces es cuando surge la que la reemplazará, por boca de un anónimo usuario de la lengua.
En mi propuesta, que llevo a las Jornadas, sobre la elección fonética (a saber, de los sonidos de la lengua) del hablante-creador, coloco el énfasis en el criterio “estético-auditivo” antes mencionado. El sonido seleccionado debe coincidir con el gusto de los interlocutores para que sea aceptado y generalizado. Los diminutivos afectivos o atenuantes son un ejemplo adecuado para esta situación. Cuando alguien nos pregunta dónde queda tal lugar, al responder procuraremos “atenuar” o minimizar el esfuerzo del caminante, tratando de convencerlo de que no queda lejos: “Está ´ahicito´, ´a la vueltita´, nomás”. Como, asimismo, cuando preguntamos a una señora sencilla del pueblo sobre cuántos hijos tiene, contestará: “Dositos, señor; estita y estito”, señalando a los niños que la acompañan. ¿A qué se debe esos diminutivos? Al cariño que, como madre, naturalmente ella siente por sus hijos. Y con esos diminutivos no convencionales (porque no se encuentran registrados en la normativa de la lengua), trasmite ella a su interlocutor el gran amor que por ellos siente.
Como se ve, la lengua del hablar espontáneo (que no tiene control por parte del hablante) no se basa en las convenciones académicas, sino en la intuición, en la creatividad y en la sabia manera de trasmitir realidades, como también sentimientos, con que cuenta el hablante-creador.

viernes, 9 de septiembre de 2011

ARTÍCULO Nº 40 DE EL TRIBUNO

LOS SIGNOS DE PUNTUACIÓNPor Paco FernándezDirector del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)Universidad Nacional de Salta Signos auxiliares de puntuaciónEl martes pasado hemos considerado algunos de estos signos auxiliares: los de interrogación y exclamación, las comillas, el guion y la raya. Hoy concluiré el panorama desarrollando lo atinente a: la diéresis o crema, la barra, el apóstrofo, el signo de párrafo, el asterisco y las llaves.
Diéresis o cremaEl signo identificado con estos nombres (¨) –siempre siguiendo a “Ortografía de la lengua española” de la RAE (1999), Madrid, Espasa, página 82– se utiliza:
a) Para que la vocal “u” se pronuncie en las combinaciones “gue” y “gui”. Debe colocarse siempre diéresis en esta situación: ´agüita`, ´vergüenza`, ´pingüino`.
b) Puede emplearse, en textos poéticos, sobre la primera vocal de un diptongo creado para aumentar una sílaba al verso, necesaria para la métrica: “El / dul/ce / mur/mu/rar / des/te/ rü/i/do / (verso de once sílabas de Garcilaso de la Vega).
La barra“Este signo (/) tiene los siguientes usos –establece la citada Ortografía (pág. 82 y sigts.)–:
”a) Sirve para señalar el límite de los versos en los textos poéticos reproducidos en línea seguida. En este caso se escribe entre espacios. Por ejemplo:
´¡Y si después de tantas palabras, / no sobrevive la palabra! / ¡Si después de las alas de los pájaros, / no sobrevive el pájaro parado! / ¡Más valdría, en verdad, / que se lo coman todo y acabemos!` (César Vallejos: Poemas póstumos)
”b) En algunas transcripciones de textos, se utiliza para señalar el cambio de línea en el original y también se escribe entre espacios. Por ejemplo:
´QVINTA / PARTE DE FLOR / DE ROMANCES NVE / vos, nu[n]ca hasta agora impressos: / Llamado Ramillete de Flores: / De muchos, graues, y diuer / sos Autores. Recopi / lados no co[n] po / co traba / jo`.
”c) Tiene valor preposicional en expresiones como ´120 km/h`. ´Real Decreto Legislativo 1/1995 de 24 de marzo, salario bruto 220 000 pts./mes`. En este uso se escribe sin separación alguna de los signos gráficos que une.
”d) Colocada entre dos palabras o entre una palabra y un morfema, puede indicar también la existencia de dos o más opciones posibles. En este caso no se escribe entre espacios. Ejemplos:
´El/los día/s detallado/s.
´Es el tipo de bromas y/o mentiras piadosas que Inés no soportaba`.
(Alfredo Bryce Echenique:
La vida exagerada de Martín Romaña)
”e) Forma parte de abreviaturas como ´c/` (por ´calle`), ´c/c` (por ´cuenta corriente´), etc.·”.
El apóstrofoPoca vigencia tiene (´) en el español actual. Se empleaba, sobre todo en poesía, con el fin de poner en evidencia la elisión de una vocal: “d´aquel”, por ´de aquel`; “l´aspereza”, por ´la aspereza`; “qu´es”, por ´que es`. Se utiliza en ediciones actuales de obras antiguas.
También tiene vigencia en los nombres propios de otras lenguas que conservan este signo: ´O´Donnell`.
El signo de párrafoEl párrafo, como signo (§), es utilizado, seguido de un número, para indicar algunas divisiones dentro de un capítulo: ´§ 12` (párrafo 12), ´§ 23` (párrafo 23).
Además de esto, se emplea para remitir a determinadas citas de estas divisiones. Por ejemplo: ´Véase § 16`.
El asteriscoToma el nombre de la palabra latina ´aster`, que significa ´astro` o ´estrella`, ya que tiene dicha forma (*). Es usado con estas funciones:
a) Para efectuar una llamada de nota al margen o al pie de página dentro de un texto. Según la norma, se puede colocar hasta cuatro asteriscos en una misma página. A veces se los encierra entre paréntesis, tal como hice más arriba para graficarlo.
b) Suele anteponerse a una palabra o dicción con el fin de destacar su incorrección, en su uso o en su ortografía. Ejemplos: ´Pienso *de que volverá tarde` (forma correcta: ´Pienso que volverá tarde`): ´*A grosso modo` (forma correcta: ´Grosso modo`).
c) El asterisco, también, podría utilizarse con otros valores circunstanciales, los cuales deben especificarse en un escrito o publicación.
Las llavesSon un signo doble {} que sirve para encerrar un texto, aunque asimismo podría emplearse en forma aislada. De todos modos, es necesario aclarar que, por lo general, las llaves se utilizan mayormente en cuadros sinópticos o esquemas para agrupar diferentes opciones, realizar clasificaciones, desarrollar en forma esquemática lo expresado antes o después.
Sirven, por lo tanto, para esquematizar o resumir un texto, de tal modo que ayude a su cabal comprensión por parte del lector.
En síntesis 1) Diéresis (¨): a) en güe / güi
b) para aumentar sílabas a un verso: ´rü-i-do`
2) Barra (/): a) separar versos en textos poéticos
b) en transcripciones, para indicar cambio de línea
c) en otras situaciones: ´120 km/h`; ´Dcto. 1/1995`
d) indica opciones: ´El/los día/s detallado/s`
e) en abreviaturas: ´c/ España` (calle)
3) Apóstrofo (`) a) omisión de nexos: “d`aquel” (de aquel)
b) apellidos extranjeros: “O`Donnell”
4) Asterisco (*) a) llamada de nota al margen o pie de página
b) para destacar incorrección: ´Dijo *de que quería venir`
c) para otros valores a especificar, al redactar
5) Las llaves {} a) para encerrar un texto, con similar valor al del paréntesis
b) en cuadros sinópticos o esquemas
c) para resumir un texto en forma esquemática

viernes, 26 de agosto de 2011

ARTÍCULO Nº 39 DE EL TRIBUNO


“PUNTO Y COMA, EL QUE NO SE ESCONDIÓ SE EMBROMA…”
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
En mi artículo número 30 del 14 de junio pasado había prometido ocuparme de la puntuación, a la que había definido como “un escollo para el redactor”. Hoy abordaré los signos principales y dejaré los otros (guion, paréntesis, signos de interrogación y de exclamación, comillas, y demás) para la próxima entrega. El punto, el punto y coma, los dos puntos, los puntos suspensivos y la coma (en especial esta última) son los que presentan mayores dificultades para su uso.
El punto
“Señala pausa al final de un enunciado”, aclara la RAE. El punto y seguido separa enunciados que conforman un párrafo: “Salieron a dar un breve paseo. La mañana era espléndida”. En este caso, cuando se combina con comillas, pero también con paréntesis, el punto siempre debe ir detrás de las comillas.
También se emplea después de las abreviaturas: ´Sra.´ (señora); ´Excmo.´ (excelentísimo); ´cf.´, ´cfr.´, ´conf.´ y ´confr.´ (´cónfer´ = véase, compárese).
Cuándo no debe utilizarse: en títulos y subtítulos de libros, artículos, capítulos, obras de arte, textos de pie de foto o imagen: “El llano en llamas”, “La Venus del espejo”, por ejemplo.
El punto y aparte implica el comienzo de un nuevo párrafo, que va en renglón distinto, mientras que el punto final marca el fin de un texto.
Los dos puntos
Este signo (:) detiene el discurso para llamar la atención sobre lo que sigue. Va, a) después de anunciar una enumeración: “Tengo tres hijos: José, Analía y Claudio”; b) antes de citas textuales: “Descartes dijo: ´Pienso, luego existo´”; c) detrás de fórmulas de saludo en cartas: “Querido amigo: Te escribo para comunicarte…” (esto, en renglón aparte); d) en oraciones relacionadas entre sí: “No necesitaba correr: aún era pronto”; e) para separar un ejemplo del resto de la oración: “Escriban sobre un animal: el dinosaurio, por ejemplo”; f) en textos jurídicos y administrativos: “CERTIFICA: Que José García ha cursado…” (esto, en renglón aparte).
El punto y coma
Indica una pausa superior a la que marca la coma, pero inferior a la del punto. Se emplea: a) en enumeraciones complejas en las que van comas: “El saco es azul; el pantalón, gris; la camisa, blanca; y el abrigo, negro”; b) en un encadenamiento de oraciones, en las que se ha usado comas; “Sus padres, cansados, acababan de llegar; la chica, feliz, corría hacia ellos”; c) delante de conjunciones o locuciones conjuntivas, como ´pero´, ´aunque´, ´sin embargo´, ´por lo tanto´, que tengan una cierta extensión: “Los jugadores se entrenaron intensamente durante todo el mes; sin embargo, los resultados no fueron los esperados”.
Puntos suspensivos
Suponen una interrupción en la oración o un final impreciso. Se utilizan: a) al final de enumeraciones abiertas o incompletas: “Allí se vende de todo: comestibles, cacharros, ropas, juguetes…”; b) al dejar un enunciado incompleto y en suspenso: “Todo fue violento y desagradable… No quiero seguir hablando de eso”; c) en una cita textual o refrán incompletos: “En tal situación, pensé: “Más vale pájaro en mano…”.; d) entre paréntesis o corchetes, cuando se transcribe un texto, omitiendo una parte de él: “Me aseguró, después de (…), que me pagaría todo”.
La coma
Indica una pausa breve dentro de un enunciado. Se recurre a ella: a) al separar miembros de una enumeración no precedidos por ´y´, ´e´, ´o´, ´u´: “¿Quieres té, café o un refresco?”; b) al separar dicciones gramaticalmente equivalentes, salvo que se interpongan las conjunciones antes nombradas o ´ni´: “Antes de irte, cierra las ventanas, apaga las luces y echa llave”; c) al omitir la repetición de un verbo: “En el aparador colocó la vajilla; en el cajón, los cubiertos; en los estantes, los vasos, y los alimentos, en la despensa”; d) al aislar el vocativo del resto de la oración: “Julio, ven acá” / “Ven acá, Julio” / “He dicho, Julio, que vengas acá”; e) cuando se escriben aposiciones explicativas: “Adrián, el marido de mi hermana, nos dijo que nos ayudaría” / “La verdad, escribe un político, debe respetarse”; f) cuando se invierte el orden regular de una oración: “Cuando él llegó, Ángel salió a su encuentro”; g) antes de una conjunción o locución conjuntiva: “Es noble, porque tiene un palacio” / “Prometiste acompañarlo, conque ya puedes ir saliendo con él” h) al usar enlaces como ´esto es´, ´es decir´, ´por consiguiente´, ´por último´, ´en cambio´, y otros: “Por lo tanto, no vamos a ninguna parte. A pesar de ello, si quieres puedes ver tele” / “Tales incidentes, sin embargo, no se repitieron”; i) al encabezar una carta, se pone coma entre el lugar y la fecha: “Salta, 25 de agosto de 2011”; j) cuando el apellido precede al nombre: “García, Juan”.
En los casos siguientes, hay que evitar el uso de la coma: a) no debe separarse el sujeto del predicado: “Las estanterías del rincón, estaban perfectamente organizadas” (aquí no debe ir la coma); b) en general, cuando en el enunciado oral se baja la voz, no debe ir coma, sino punto, punto y coma o dos puntos, según corresponda. Hay que evitar lo del ejemplo que sigue: “Al golpearse, cayó al suelo, un hombre que pasaba lo auxilió”. Lo correcto es: “Al golpearse, cayó al suelo. Un hombre que pasaba lo auxilió”, o bien: “Al golpearse, cayó al suelo; un hombre que pasaba lo auxilió”
En síntesis
1. Punto / punto y coma / dos puntos: pausa con descenso del tono de la voz.
2. Coma: pausa con mantenimiento o elevación del tono de la voz.
3. Recomendación: antes de colocar estos signos, leer en voz alta y comprobar si se eleva o baja el tono de la voz, para colocarlos correctamente.

ARTÍCULO Nº 37 DE EL TRIBUNO


LAS REDES SOCIALES E INTERNET
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
“Nos encontramos en Facebook”
Me referí, en otras oportunidades, a los anglicismos que han ingresado en nuestra lengua en gran cantidad, sobre todo en esta época de la globalización de las comunicaciones, relacionados, especialmente, a las contribuciones idiomáticas que tienen que ver con las nuevas tecnologías.
Ante un pedido de mi amigo Rubén Arenas, el periodista que está cubriendo el histórico juicio por el asesinato al Dr. Miguel Ragone –quien me sugirió, sesudamente, que en alguna oportunidad me ocupara del lenguaje que los jóvenes y adolescentes emplean en el chateo y demás redes sociales–, hoy quiero dedicar el espacio concedido por El Tribuno para tratar aspectos sobre la lengua, a este asunto no menos importante, pero a la vez, asimismo, preocupante.
El lenguaje espontáneo y coloquial
Todos conocemos la situación que, desde unos quince años atrás a esta parte, se ha generado por el uso demasiado informal y de confianza en esas redes sociales. La informalidad es la característica sobresaliente en este tipo de comunicación. Pero, además, especialmente el costo de la utilización de los celulares en ella, ha determinado un uso “apocopado” o demasiado sintético de la lengua en estas ocasiones: ha obligado (no solo en nuestro idioma, sino también en otros, partiendo del inglés) a la creación de distintos signos que han posibilitado una interacción rápida y sintética y, por otra parte, comprensible para todos los miembros de la red.
Las abreviaturas constituyen un recurso formidable que, precisamente, no ha sido inventado para solucionar este problema. Desde muchos siglos atrás, nuestra lengua las ha utilizado con el objeto de que los copistas de la Edad Media –cuyo trabajo se realizaba exclusivamente en forma manual– pudieran realizar su tarea, demasiado ímproba en lo cuantitativo, con eficiencia y en el menor tiempo posible. En la época en que aún no existía la imprenta, este recurso representó un verdadero avance en la comunicación. A tal punto que, en la actualidad, cuando queremos acceder a documentos antiguos, debemos recurrir a los especialistas en paleografía (escritura antigua) para descifrar, por una parte, la lectura de letras para nosotros desconocidas, pero también, por otra, para interpretar el sistema de abreviaturas que ellos habían puesto en marcha.
Estos signos constituyen un antecedente de los que ahora son utilizados en la comunicación electrónica, mediante computadoras y celulares. A tal punto ha evolucionado este tipo de lenguaje que, al cabo de pocos años desde su nacimiento, ha adquirido un desarrollo increíble.
Un diccionario de términos para internetPrueba de lo dicho es que las palabras del llamado “lenguaje virtual” y su significado, identificadas como “la comunicación del milenio”, han sido recogidas por varias entidades relacionadas con la actividad, las cuales han creado un diccionario, suponiendo que no es el único que existe en español. En estos códigos, se supone que se dejan de lado las normas ortográficas, las de puntuación, reduciéndose el léxico a un vocabulario simple y breve. Varias operadoras españolas de celulares (como Movistar, Vodafone Msn y Orange), juntamente con la Asociación de Usuarios de Internet (AUI) están desarrollando un diccionario de estas voces al que denominarán “Hexo x ti y xra ti” (Hecho por ti y para ti). A continuación, algunas de las palabras, sobre todo aquellas más conocidas por nuestros usuarios argentinos: +tard (más tarde); 1bso (un beso); a2 (adiós); ad+ (además); bn (bueno); bss (besos); cd?, cm? (¿cuándo?, ¿cómo?); dps (después); hi (hola); kcs? (¿qué haces?); ksa (casa); ktl (¿qué tal?); mña (mañana); ola (hola); psda (pesada); tspero (te espero); tb (también); q (que); tkm (te quiero mucho); toy (estoy); tpc (tampoco); xfa o xfi (por favor); xra (para); xq (porque); xro (pero); |o (signo de bostezo), y muchos “emoticones” (palabra recibida del inglés que se refiere a las emociones trasmitidas iconos con diversas poses). Estas son una muestra de un mayor glosario.
La Academia y el lenguaje de internet
La “Ortografía de la lengua española” de la RAE (2010) dedica algunas páginas a los usos de las “nuevas tecnologías de la comunicación”. Dice, por ejemplo respecto del uso de mayúsculas y minúsculas, que la rapidez y la economía, en su calidad de determinantes de este tipo de código, condicionan su escritura, equiparándola al uso oral por su similitud con la informalidad que la caracteriza. Por eso es una constante la relajación respecto de las normas académicas. Mayúsculas y minúsculas se manejan con un criterio distinto. Por ejemplo, aquellas suelen indicar enojo o gritos (volumen de la conversación). Las normas de cortesía de la red, por lo tanto, recomiendan evitar su empleo, considerado como de mala educación, además de dificultar su lectura. En lo que respecta a las minúsculas, su uso está generalizado. Dichas normas, asimismo, solicitan cuidar al máximo la corrección ortográfica de los mensajes para contribuir a una mejor comprensión (página 517). En cuanto a las “abreviaciones y las nuevas tecnologías de la comunicación”, justifica la proliferación indiscriminada de abreviaturas debido a las limitaciones de los espacios y caracteres por motivos de tiempo y economía. También acota la Academia (páginas 585 y 586) que los jóvenes, con un criterio innovador y transgresor, exhiben, en sus comunicaciones abreviadas, “claras similitudes con los sistemas primigenios de la abreviación”, puesto que demuestran procedimientos parecidos a los que empleaban los antiguos latinos. Con las abreviaturas SPQR (“Senatus populusque romanus”) encabezaban, con un estandarte que las portaba, las marchas y procesiones, declarando que “el Senado y el pueblo romano” eran los que celebraban los actos públicos y las solemnidades. Generalmente, las abreviaturas utilizadas en la red prescinden de las vocales en sus códigos: tjt (tarjeta), tqm (te quiero mucho), tvl (te veo luego). Concluye la RAE recomendando: “Las abreviaciones acuñadas para su uso en chats y en mensajes cortos tienen restringido su empleo a ese ámbito y no deben trasladarse a la lengua general, por lo que no son objeto de regulación ni sistematización por parte de la ortografía”.

viernes, 19 de agosto de 2011

ARTÍCULO Nº38 DE EL TRIBUNO

LAS PALABRAS Y EL DICCIONARIO
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
“¿Qué significa esta palabra?”
¡Cuán dignos de tenerse en cuenta esos libros llamados diccionarios! ¡De cuántas dudas nos sacan! Hoy he de abordar el tema relacionado con estos que han sido denominados, jocosamente, por los argentinos como “desburrantes”. Muchas veces hemos escuchado: “Me voy a desburrar sobre tal palabra”.
Los diccionarios de la RAE
La entidad madre de la lengua, la Real Academia Española, acompañada por las veintidós academias regionales que conforman la Asociación de Academias de la Lengua Española, ofrecen a sus usuarios los siguientes instrumentos para que se pueda consultar dudas sobre palabras, locuciones y, en algunos casos, normas gramaticales:
El DRAE o “Diccionario de la Real Academia Española” que, desde sus comienzos en el siglo XVIII, ha impreso 22 ediciones separadas entre ellas, en algunos casos, por varios años. Junto con esta vigésima segunda edición, que vio la luz en 2001, se ha inaugurado hace poco una actualización permanente respecto a determinadas voces en línea (“on line”). Entrando a la página http://www.rae.es se aprecia, hacia la derecha, dos ventanillas: la primera reza “Diccionario de la lengua española. Vigésima segunda edición”. En ella se consulta sobre cualquier palabra que figure en ese diccionario. La de abajo: “Diccionario panhispánico de dudas. Primera edición”. Este diccionario, cuya sigla es DPD, está actualizado a 2005 y capitaliza en sus páginas palabras que no hayan aparecido en el DRAE; pero también se incluyen dicciones inglesas y de otras lenguas, de uso frecuente por parte de los hablantes, por ejemplo “shopping”. Además de ello, una vez que se ingresa para buscar una palabra como “shopping”, arriba de la explicación sobre la palabra se lee tres títulos, el último de los cuales, a la derecha, dice “Artículos temáticos”. Cliqueando allí se llega a una tabla de diversos temas lingüísticos o gramaticales sobre los que se puede consultar, como “Género”, “Puntuación” o “Concordancia”. A su vez, en cada uno de ellos hay hipervínculos (en letras azules) sobre los que es posible ampliar la información “pinchándolos” con el puntero del “mouse”. Este diccionario proporciona datos sobre los anglicismos, dando alternativas en castellano respecto de las palabras o bien asesorando sobre la forma más adecuada de utilizar esos extranjerismos.
Como se puede apreciar, sin adquirir los libros se consulta sobre todas estas posibilidades de dudas, por lo que el interesado puede, desde una computadora personal con internet, arribar a cualquier información sobre la lengua.
Bases de datos léxicos de la RAE
Por si estos recursos fueran insuficientes para la búsqueda, al situarse en la página principal de la RAE aparecerán, a la izquierda, varias opciones de ingreso a la consulta. Las dos primeras tienen que ver con los dos diccionarios arriba referidos. La tercera menciona “Banco de datos” sobre palabras. Entrando por esta variante, hay dos posibilidades de ingreso mediante las cuales se llega a dos bases de datos léxicos que suman unas 410 millones de palabras: la primera se llama CREA (Corpus de Referencia del Español Actual). Se extiende desde mediados del siglo XX hasta la actualidad; la segunda es CORDE (Corpus Diacrónico del Español) que informa sobre palabras desde los comienzos del idioma hasta mediados del siglo XX. Al abrir la que corresponda (según la palabra que se busque), aparecerá una ventana en cuya primera parte estará titilando el cursor. Allí se coloca la voz a buscar. La respuesta se dará (sobre todo en el caso del CORDE, respecto de términos antiguos y, en la mayoría de los casos, que no se usan) mostrando todas las ocurrencias de estos términos en determinados escritos, discriminados por países y autores.
Curiosidades
Al margen de las necesidades que se tenga respecto a la consulta de palabras, muchas veces llaman la atención algunas, tanto por su significado, pero también por su origen o etimología, información a la que podemos arribar consultando el diccionario.
Por ejemplo, ¿adivinan Uds. si es o no correcta la manera de referirse, como algunos hoy estilan, a mujeres y varones colocando el masculino y el femenino? Se suele leer: “maestros y maestras”, “ellos y ellas”, “niños / niñas”, y otros casos similares. La Academia explica, con respecto a esto (ver en “Artículos temáticos”, “Género2” del DPD en línea), que cuando decimos “alumnos” podemos referirnos a un colectivo formado exclusivamente por varones, o bien a un colectivo mixto, de ambos sexos. En relación con esto, aclara: “A pesar de ello, en los últimos tiempos, por razones de corrección política, que no de corrección lingüística, se está extendiendo la costumbre de hacer explícita en estos casos la alusión a ambos sexos: «Decidió luchar ella, y ayudar a sus compañeros y compañeras» (Excélsior [Méx.] 5.9.96). Se olvida que en la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva; así pues, en el ejemplo citado pudo —y debió— decirse, simplemente, ayudar a sus compañeros. Solo cuando la oposición de sexos es un factor relevante en el contexto, es necesaria la presencia explícita de ambos géneros: La proporción de alumnos y alumnas en las aulas se ha ido invirtiendo progresivamente; En las actividades deportivas deberán participar por igual alumnos y alumnas. Por otra parte, el afán por evitar esa supuesta discriminación lingüística, unido al deseo de mitigar la pesadez en la expresión provocada por tales repeticiones, ha suscitado la creación de soluciones artificiosas que contravienen las normas de la gramática: las y los ciudadanos.”.
Con esto queda claro cuál es la forma correcta de expresarse en relación con los géneros gramaticales o los sexos.

TRABAJO PRÁCTICO: LA DIFUSIÓN DEL ESPAÑOL EN AMÉRICA



Historia de la Lengua Española Profesor: Francisco J. Fernández
Año 2011 Docente Auxiliar: Verónica C. Dudzicz
Auxiliar de 2da. Cat.: Carmen Figueredo


TRABAJO PRÁCTICO
LA DIFUSIÓN DEL ESPAÑOL EN AMÉRICA
PRIMERA PARTE: ENCUENTRO DE CULTURAS

1) Mencione las principales familias de lenguas existentes en América al momento de la llegada de los españoles, y su ubicación.
2) ¿En qué consiste la hipótesis del andalucismo con respecto a la conformación del español de América?
3) Explique por qué Lipski (1994) se refiere al español de las Islas Canarias como “la contribución española ‘oculta’“.

Fecha de entrega: Viernes 2/9.


Bibliografía sugerida:

1)
Lipski, John. El español de América. Cátedra. Madrid: 1994. (Págs. 18-20).

2)
Rivarola, José Luis. “La difusión del español en el nuevo mundo”, en Historia de la Lengua Española, Cano, R. (comp.). Ariel. Barcelona, 2004.
Lapesa, Rafael. Historia de la Lengua Española. (Cap. XVII).
Zamora Vicente, Alonso. Dialectología española. Gredos. Madrid: 1979. (Págs. 418-423)
Lipski, John. El español de América. Cátedra. Madrid: 1994. (Cap. II).

3)
Lipski, John. El español de América. Cátedra. Madrid: 1994. (Cap. II).

viernes, 12 de agosto de 2011

ZONAS DIALÉCTICAS EN AMÉRICA en (http://www.spanish-translator-services.com/espanol/articulos/espanol-latinoamericano.htm)

ESPAÑOL LATINOAMERICANO O ESPAÑOL PARA LATINOAMERICA

Se trata de la denominación global y un tanto arbitraria que se da a las expresiones idiomáticas y autóctonas y al vocabulario específico del idioma español en América Latina.

De los más de 400 millones de personas que hablan español (o castellano) como lengua materna, más de 300 están en Latinoamérica.

Hay numerosas particularidades y giros idiomáticos idiomáticos dentro del español o castellano.

Algunos de los aspectos que afectan al español son: el uso incorrecto que hacen los medios de comunicación, la influencia del inglés y, quizás el más importante, los vacíos existentes en el vocabulario técnico.

Sin embargo, es en el vocabulario técnico donde más claramente puede encontrarse una diferencia entre el español de la península ibérica, también llamado español de Castilla, y el español latinoamericano.

En el español latinoamericano son relativamente más frecuentes los préstamos directos del inglés, sin traducirlos ni adaptar la grafía a las normas castizas.

El ejemplo más notorio es la utilización de la palabra email o e-mail en Latinoamérica en lugar de la traducción más literal: correo electrónico, que se usa en España. Las diferencias se hacen manifiestas sobre todo en los términos técnicos o de adopción reciente. En Latinoamérica se habla de la computadora mientras que en España del ordenador, y cualquiera de las dos palabras suena extranjera en la región opuesta a su uso.

Distintos dialectos de español latinoamericano:

La lengua presenta variantes en las diversas zonas donde se emplea. Esas diferencias se llaman variantes regionales o dialectales. En Latinoamérica este influjo hacia el fraccionamiento está casi impuesto por la magnitud misma del territorio.

Así podemos observar en las distintas zonas geográficas el desarrollo de distintas variantes del español latinoamericano:

Español Amazónico:

En la zona amazónica influyen las lenguas de la región, sobre todo para designar flora, fauna y actividades.

Español Boliviano:

En Bolivia existen modalidades y regionalismos del español hablado, especialmente en el departamento de Santa Cruz de la Sierra.

Se trata en su origen de la extensión más norteña del antiguo y colonial dialecto del Cono Sur. Sus hablantes, los cambas o cruceños, presumen de parecerse físicamente más a los españoles.

Español Caribeño:

Es un español marcado con modismos, influenciado con el habla andaluza, canaria y sobre todo la presencia negra.

Abarca los territorios isleños de Cuba, la República Dominicana y Puerto Rico, así como también las áreas costeras y, por extensión, el interior de Venezuela, el norte de Colombia y la mayor parte de Panamá.

Es también el que más se oye en las ciudades de Miami y Nueva York en Estados Unidos y el que emplea la mayoría de los cantantes de salsa.

Español Centroamericano:

El español hablado en Centroamérica, el Arahuaco y el Caribe; también es la variante del idioma español empleada en las repúblicas centroamericanas de Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala junto con el estado sureño mexicano de Chiapas. Representa un estadio medio entre los dialectos de las tierras altas y bajas americanas.

Incorpora vocablos como: bohío, yuca, sabana, guacamayo naguas o enaguas…

Español Cordillerano:

A lo largo de la Cordillera de los Andes desde el Ecuador hasta el trópico de Capricornio, tiene influencias del quechua, del aymará y de otras lenguas autóctonas hoy extintas.

Algunas palabras siguen en uso, por ejemplo del quechua: alpaca, guano, vicuña o china. .

Español Chileno:

El español hablado en Chile tiene sus principales diferencias frente a otros dialectos latinoamericanos son de pronunciación, sintaxis y vocabulario. Es reconocido por tener una multiplicidad de tonos para cada situación y por su conjugación de la segunda persona singular (tú).

Español colombiano – ecuatoriano:

El español colombiano-ecuatoriano y con cierta prolongación en la costa norte de Perú es una mezcla del dialecto caribeño y el peruano ribereño. El centro urbano principal de la región es Guayaquil, igual que Bogotá y Quito, y hay importantes comunidades de raza negra principalmente en la costa colombiana (particularmente el departamento de Chocó) con sus modismos y usos locales.

Español Mexicano:

La forma o dialecto del español hablado en México principalmente en la zona centro presenta un sustrato indígena principalmente nahuatl, sobre el que se depositó la lengua castellana. Sin embargo, si bien en el léxico su influencia es innegable, apenas se deja sentir en el terreno gramatical.

En el vocabulario, además de los mexicanismos con los que se ha enriquecido la lengua española (como jícara , petaca, petate aguacate, tomate, hule, chocolate etc.) el español de México cuenta con muchos nahuatlismos que le confieren una personalidad léxica propia.

Puede ocurrir que la voz nahuatl coexista con la voz española, como en los casos de cuate y amigo, guajolote y pavo, chamaco y niño, mecate y reata, etc. En otras ocasiones, la palabra indígena difiere ligeramente de la española, como en los casos de huarache, que es un tipo de sandalia; tlapalería, una variedad de ferretería, molcajete, un mortero de piedra, etc.

Español Mexicano del Norte:

El español usado en el norte de México (Chihuahua, Sonora, Nuevo León, Sinaloa y Coahuila) se diferencia del de otras regiones de México principalmente en la entonación de las palabras (acento norteño). Conserva las mismas diferencias que tiene el dialecto mexicano con respecto al español peninsular (el uso universal del pronombre personal ustedes para situaciones formales e informales, el seseo y el yeísmo).

Español Paraguayo:

El Español usado en Paraguay al igual que en las provincias argentinas de Misiones, Corrientes, Formosa y Chaco se caracteriza por tener fuertes influencias del guaraní. Paraguay es el único país hispanoamericano con la mayoría de su población bilingüe. El Español paraguayo no difiere demasiado en su forma escrita del resto del español del Cono Sur.

Español Peruano:

En el Español hablado en Perú hay dos formas características del habla.

La primera es la ribereña propiamente tal y la modalidad central o limeña, cuyo origen fue en la ciudad de Lima de donde se irradió a toda la costa. Lima fue entre 1535 y 1739 la capital del imperio español en Sudamérica desde donde se irradiaba la cultura y su habla se convirtió en la más castiza por ser allí la sede de la famosa Universidad de San Marcos de Lima y al hecho de que fue la ciudad que contó con el mayor número de títulos nobiliarios de Castilla fuera de España.

La otra variedad principal del español de la costa del Perú es la aparecida luego de la penetración de los hábitos lingüísticos de la sierra y del ámbito rural a las ciudades de la costa y la propia Lima.

Se podría catalogar a esta lengua de sub-culta y es hoy en día la que habla la juventud y las grandes mayorías residentes en la capital.

Español Puertorriqueño:

El español puertorriqueño es el dialecto del idioma español empleado en Puerto Rico.

Se distingue por la aspiración de la /s/ final o interconsonántica al final de sílabas (transformando /adiós/ en /adioh/ u /horas/ en /horah/), la elisión de las dentales en los sufijos -ado, -edo e -ido y sus correspondientes formas femeninas -convirtiéndose en -ao, -eo e -ío-, y la pérdida de la oposición fonológica entre /r/ y /l/, que resultan alófonos, permitiendo tanto la forma /señol/ como /señor/ o /Puelto Rico/" como /Puerto Rico/.

Español Rioplatense o Español Porteño:

El español rioplatense es una variante del castellano que se usa en los alrededores del Río de la Plata, la provincia argentina de Buenos Aires y Uruguay.

Se diferencia del castellano del resto de Latinoamérica principalmente porque en lugar de decir "tú" se utiliza "vos" (con una deformación verbal en la zona bonaerense), algunas palabras varían su acentuación y las palabras con "elle" suenan como “ye" y en algunas regiones como “sh”.

Hay diferencias de vocabulario y de morfología entre el español argentino y el uruguayo. Ambos incorporan voces del guaraní: tapir, ananá, caracú, urutaú, yacaré, tapioca, mandioca…

Además se aprovechan ciertas posibilidades propias de la lengua en la extensión del uso de aumentativos y diminutivos: pesitos, cerquita, amigazo, buenazo, grandote…

La frase verbal sustituye el futuro, por ejemplo: voy a ir (por iré), voy a cantar (por cantaré)…

Y en el vocabulario: Lindo (bonito), Pollera (falda), Vereda (acera), Flete (caballo).

El español rioplatense se ha enriquecido con la influencia de los inmigrantes que se asentaron en la zona y también con voces nativas. Entre los grupos inmigrantes se destaca la influencia del italiano y el francés.

En Argentina, se llama lunfardo al argot. En su origen el lunfardo más cerrado comenzó como lenguaje carcelario de los presos para que los guardias no los entendieran. Muchas de sus expresiones llegaron con los inmigrantes europeos (principalmente italianos).

Hoy en día, muchos de los "términos lunfardos" han sido incorporados al lenguaje habitual de toda la Argentina, mientras que gran cantidad de las palabras del lunfardo en su época de arrabal han caído en desuso.

La lengua existe en la medida en que existen los hablantes. El habla es una actividad humana cuyo uso sirve para la comunicación. El habla, que se presenta incluso en algunos textos para evitar cierta formalidad en la lengua escrita, expresa el mecanismo psicofísico del autor. Es un acto de voluntad e inteligencia, individual y diferente de persona a persona. Es cambiante según el paso del tiempo y de la vida moderna.

ARTÍCULO Nº 36 DE EL TRIBUNO

EL LENGUAJE PERIODÍSTICO: NEXO CON LA GENTE

Por Paco Fernández

Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)

Los “errores” en el diario

En el artículo publicado el 28 de junio pasado, hacía referencia a mi intención de participar a los lectores sobre los cambios idiomáticos, aceptados por las academias de la lengua, que se están poniendo en práctica en las ediciones de El Tribuno. El objetivo planteado apuntaba a darles a conocer esas innovaciones llevadas a las páginas del diario, de modo que pudieran justificarse los cambios que fueran apareciendo en ellas.

Lo importante es que El Tribuno ha encarado, con entusiasmo, una etapa de actualización y capacitación para sus periodistas, redactores, editores y correctores, la que se cumple por dos motivos: en primer lugar, por el afán de aspirar permanentemente a la excelencia del trabajo periodístico; pero, además, porque en los últimos tiempos las instituciones normativas de la lengua han puesto en vigencia distintas reglas y recomendaciones, a las cuales es preciso tener en cuenta, en aras de la mentada excelencia.

Por ello se ha considerado necesario que los lectores sean informados sobre innovaciones que encontrarán, de modo que participen del cotidiano “hacer” del periódico, conociendo y comprendiendo lo que en él sucede día a día.

Más de una vez he escuchado apreciaciones, precisamente no positivas, sobre errores que aparecen en sus páginas. Al respecto, debo manifestar que –a pesar de los diferentes niveles de corrección por los que pasan los distintos artículos y del esfuerzo de cada uno de sus actores– es posible encontrar faltas. Recordemos que, hasta libros prestigiosos y científicos, agregan entre sus páginas una sección a la que denominan “fe de erratas”, en la cual consignan desaciertos que han escapado a toda corrección. Convengamos que una edición diaria corre mayores riesgos de que se filtren yerros en sus páginas, habida cuenta de la prisa con la que debe procesarse la información, que muchas veces llega a último momento.

Las dubitaciones en la lengua

He hablado, alguna vez, respecto a los períodos de inseguridad y dubitación que se han dado, y se dan, en el idioma. Si bien estos se han producido, en forma especial y con mayor permanencia, en los primeros tiempos de una lengua, por encontrarse en formación, también es posible apreciarlos en la actualidad, teniendo en cuenta que el instrumento de comunicación es, esencialmente, dinámico y cambiante: cada día se crean nuevas palabras y dicciones y, poco a poco, se incorporan al vocabulario usual, como asimismo hay otras que van desapareciendo. En este contexto, por lo tanto, es fácil que se produzcan, entre los hablantes, dudas en relación con usos correctos. Pero no solo en ellos; también aparecen en la escritura, particularmente en aquella que adolece de tiempo para su revisión prolija.

Tan justificables son esas dubitaciones en los hablantes, cuando las encontramos en las propias instituciones normativas. Hasta hace poco –por dar un ejemplo paradigmático– la RAE establecía que la palabra “Internet” era considerada nombre propio (“Diccionario panhispánico de dudas”, RAE, 2005, página 370), por lo que se escribe con mayúscula inicial. Sin embargo, hace pocos días salió publicado un “avance para la vigésima tercera edición” del DRAE, vigésima segunda edición, a la que pego textualmente:

Artículo nuevo.

Avance de la vigésima tercera edición

internet.

1. amb. Red informática mundial, descentralizada, formada por la conexión directa entre computadoras u ordenadores mediante un protocolo especial de comunicación.

ORTOGR. Escr. t. con may. inicial.



El último renglón se lee: “ORTOGRAFÍA. Escríbese también con mayúscula inicial”. La abreviatura “amb” significa que la palabra puede tener, indistintamente, género masculino o femenino. En cambio, el “Diccionario panhispánico de dudas (2005)”, escribe (pego abajo):

Internet. ‘Red mundial de computadoras u ordenadores interconectados mediante un protocolo especial de comunicación’. Funciona a modo de nombre propio, por lo que, en el uso mayoritario de todo el ámbito hispánico, se escribe con mayúscula inicial y sin artículo: «Instalarán cabinas públicas con acceso a Internet» (Nacional [Ven.] 10.4.97); «Los adictos a Internet hablan sobre sus ventajas sin fin» (Mundo [Esp.] 26.1.97). Si se usa precedido de artículo u otro determinante, es preferible usar las formas femeninas (la, una, etc.), por ser femenino el nombre genérico red, equivalente español del inglés net: «Nadie puede asegurar cómo será la Internet del futuro» (Mundo [Esp.] 15.6.97). En español es voz aguda ([internét]), por lo que debe evitarse la pronunciación esdrújula [ínternet], que corresponde al inglés.

Esto nos da la pauta de que el idioma, sobre todo el hablado, es de naturaleza cambiante y, por lo tanto, son entendibles las dubitaciones arriba referidas.

Sirva esto de explicación para lo que, eventualmente, pueden ver los lectores de El Tribuno en sus páginas (“internet / Internet”, por ejemplo), en una etapa en la que se están evaluando y discutiendo, paulatinamente, los distintos cambios que hay que abordar para adaptarse a ellos, desde la óptica académica, la norma dialectal culta y, también, desde la perspectiva histórica de El Tribuno, que ya ha recorrido más de sesenta años de vida institucional. Es válido reiterar que sus periodistas asumen plenamente la conciencia del rol docente que les cabe, a través de las páginas del diario, por lo que velan cotidianamente para que ese testimonio se mantenga en ellas vigente en todo momento. Todos estamos comprometidos con ello.

ARTÌCULO Nª 35 DE EL TRIBUNO

PILDORITAS PARA UN BUEN HABLAR Y ESCRIBIR

“Palabras extranjeras”

Por Paco Fernández

Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)

Universidad Nacional de Salta

Continuamos apreciando aquellas a las que llamo “pildoritas de la lengua” por su utilidad para el buen uso del idioma. Hoy me referiré a la cantidad apreciable de palabras y dicciones que incorporamos de lenguas extranjeras, en especial del inglés. Es entendible que, al ser un instrumento dinámico y cambiante –pero, asimismo, al tener contacto con otras lenguas, en el caso de compartir fronteras geográficas o hablarse, como en nuestro norte, otras lenguas aborígenes–, constituye un hecho de la realidad recibir términos y usos que provienen de otros idiomas, a veces por necesidad, otras por razones de prestigio y gusto de los hablantes.

El dinamismo de la lengua hablada

Existen dos motivos principales por los cuales, en la actualidad, se ha incrementado el ingreso de estas voces al castellano, además de las causas habituales que, hasta hace casi un siglo, motivaban dicho ingreso. En primer lugar, el avance de la ciencia y de la tecnología que día a día se acelera más aún, ha determinado que, también a diario, se note, en especial, el uso avasallante de anglicismos en español. En segundo lugar, la “hipercomunicación” que vivimos nos permite enterarnos más rápidamente de los cambios y avances que se producen en otros lugares, lo cual se refleja en la lengua. Antiguamente, antes de que tuviéramos la posibilidad de comunicarnos asiduamente, como nos pasa ahora, con nuestros semejantes, un cambio en la lengua demoraba un tiempo considerable: en ocasiones se trataba de años y hasta siglos. Sin embargo, en la actualidad, cuando un usuario (sobre todo si es un comunicador social o alguien relacionado con los medios televisivos o radiales) realiza una propuesta de cambio en la lengua (crea una palabra o una dicción), gracias a la rápida difusión y, sobre todo por el prestigio que ese personaje pueda tener en la comunidad, dicho cambio es difundido y aceptado casi inmediatamente. Por otra parte, hoy existe una conciencia más permisiva con respecto a las normas lingüísticas, lo que contribuye a esa rapidez.

Los extranjerismos

Recordemos algunas de estas palabras –todas están registradas en el “Diccionario panhispánico de dudas” de la RAE (2005)– que se han fijado en la memoria de los usuarios. Una de ellas es “aerobics”, voz inglesa que significa ´técnica gimnástica consistente en realizar ejercicio físico aeróbico al ritmo de la música´: ella posee su acepción castellana (´aeróbic´ o ´aerobic´). La primera es más frecuente (por lo que se la recomienda) y la segunda es aguda [´aerobík´, según su transcripción fonética]. Otra es “air-bag”, dispositivo de seguridad para los automóviles. La Academia recomienda escribirla ´airbag´ y pronunciarla tal como se escribe, con acento agudo en la última sílaba. “Baby-sitter”, debe sustituirse por “niñera”, aunque es usada en la conversación, por lo general. “Ballet” es voz francesa que pasó a nuestro idioma con idéntica escritura, por lo que debe escribírsela entrecomillada o con cursiva. También recomienda la castellanización ´balé´. “Ballottage”, francesa y en estos días muy usada, tiene su castellanización como ´balotaje´. Otra francesa es “beige”, para la que se recomienda la forma españolizada ´beis´, tanto para singular como para plural. “Blues”, término inglés que se pronuncia [blús], ha castellanizado como ´blus /bluses´. “Body” (´prenda ajustada de una sola pieza´) ha sido adaptada como ´bodi / bodis´, por lo que hay que preferirla. El anglicismo “by-pass”, por otra parte, debe escribirse castellanizado como ´baipás´, a la vez que el galicismo “cabaret”, tiene su correspondiente en nuestra lengua como ´cabaré´. “Blue jean” posee su contraparte en español, que es ´vaquero (pantalón)´, por lo que debe evitarse en la escritura formal.

Hay muchas palabras procedentes del inglés y pertenecientes a la jerga deportiva que han sido castellanizadas, por lo cual deben usarse de esa forma, como las siguientes: ´cácher´, por “cátcher”; ´cadi´, por “caddie / caddy”; ´rugbi´, por “rugby”, por lo que, quien practica este deporte, se denomina ´rugbista´. En lo que respecta a “round”, se recomienda suplir por la palabra ´asalto´.

En relación con palabras inglesas que son muy utilizadas en su forma original, el Diccionario citado recomienda lo siguiente: “short”, por ´pantalón corto´ (dice que en Venezuela se usa ´chor / chores´); “shampoo”, como ´champú´; “shopping” corresponde a ´centro comercial´; para “showman” debe usarse su traducción: ´animador´ o ´presentador´; a “show” lo considera un anglicismo innecesario, por lo que recomienda usar ´espectáculo´. En lugar de “sexy” debe usarse ´sexi´, pluralizándolo como ´sexis´. En lugar de “camping”, palabra de gran uso popular, existe su castellanización como ´campin / cámpines´, aunque está la genuina palabra ´campamento´ desde siempre, a la que se recomienda adherir. En cuanto a la selección de actores para el reparto de una película, “casting”, se ha castellanizado como ´castin´.

Un término inglés, “calcado” en español, que se ha introducido recientemente, es “casual”, con el sentido de “ropa informal, esporádica u ocasional”. Tal como dice la Academia, “Debe evitarse su uso con los sentidos de ´informal´ y ´esporádico u ocasional´, calcos semánticos censurables del inglés ´casual´”.

Por fin –razones de espacio limitan este tema que podría extenderse al infinito–, una palabra muy utilizada en el ámbito ciudadano es “container”, con su pronunciación inglesa como ´conteiner´, referida a un recipiente de grandes dimensiones para el almacenamiento y transporte de mercaderías. La norma aclara que su uso es innecesario porque existe, en español, la voz ´contenedor´, por lo cual hay que optar por esta y no por la palabra inglesa. Asimismo, el término tan utilizado, en la actualidad, “disc jockey” debiera escribirse, ya castellanizado, como ´disyóquey´. Hay gente, entre ellos muchos especialistas, que se resisten a incorporarla.

En síntesis

1) Anglicismo: palabra que proviene del inglés

2) Galicismo: del francés

3) Anglicismos no recomendables: “Blue jean” (debe ser ´vaquero´); “show” (espectáculo); “shopping” (´centro de compras´); “casual” (no usar con el sentido de ´informal´); “container” (´contenedor´); “showman” (´conductor´, ´animador´).

4) En todos los casos en los que deba escribirse una palabra extranjera, en general, habrá que destacarla con letra cursiva o con comillas.

ARTÍCULO Nº 34 DE EL TRIBUNO

PILDORITAS PARA UN BUEN HABLAR Y ESCRIBIR

Por Paco Fernández

Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)

Universidad Nacional de Salta

En mi anterior entrega número 33, abordé la correcta escritura de los números, según las últimas normas de la “Ortografía de la lengua española” de la RAE, como asimismo lo referido a la expresión “sentar en las faldas de alguien”. En esta ocasión me abocaré a la acentuación de palabras, cuyas reglas son distintas de las generales, muy conocidas. Estas dicen que: 1) las palabras acentuadas en la última sílaba (agudas), llevan tilde cuando terminan en -n, -s o vocal (camión, aguarrás, papá); 2), las que llevan en la penúltima (graves o llanas), tienen la tilde cuando no terminan en -n, -s o vocal (árbol, César; pero, examen, casas, mambo, nunca llevan); 3) las acentuadas en la antepenúltima, y en la anterior (esdrújulas y sobreesdrújulas), siempre llevan tilde (estúpido, tránsfuga, déjeselo).

Acentuación diacrítica

Esta palabra rara alude a aquellas que se escriben y pronuncian de igual forma pero que, según lleven la tilde o no, tienen distinto significado: tú, pronombre personal (Tú eres bueno) lleva tilde, pero tu, pronombre posesivo, no la lleva (Tu bicicleta me encanta); él, pronombre personal (Él se porta bien) y el, artículo (Me duele el pecho); sí, afirmativo (Le dije que sí), sí, pronombre personal (Solo se ama a sí mismo) y si, condicional (Iré si Héctor no va); mí, pronombre personal (El regalo es para mí) y mi, pronombre posesivo (Mi madre es única); té, sustantivo (Lo invitaron a tomar el té) y te, pronombre personal (Yo te quiero mucho); sé, primera persona del singular del presente de indicativo de saber (Sé que te va a gustar) y se, pronombre personal (Ella se golpeó la cabeza); más, adverbio de cantidad (Uno más uno es igual a dos) y mas, conjunción adversativa (Llegó, mas [pero] no pudo verlo); dé, primera y tercera personas del singular del presente de subjuntivo de dar (Le dije que te dé el libro) y de, preposición (Casa de madera); qué, interrogativo (¿Qué querés?) y que, pronombre y conjunción (El que viene es Javier; y Quiero que vengas); cuál, interrogativo (¿Cuál libro comprarás?) y cual, pronombre y adverbio (Juan, el cual [que] era gordo, no pudo pasar; y El avión vuela cual [como] ave en el cielo); quién, interrogativo (¿Quién es ese?) y quien, pronombre relativo (Quien llegue tarde, no pasará).

Además de estas, que son monosilábicas (de una sola sílaba), hay otras palabras de más de una sílaba que tienen la tilde diacrítica: aún, adverbio temporal (Aún [todavía] no llegó) y aun, adverbio (Aun [hasta, también, incluso] los tontos se dan cuenta); cuándo, interrogativo (¿Cuándo volverás?) y cuando, adverbio temporal (Cuando pueda); dónde, interrogativo (¿Dónde queda eso?) y donde, adverbio de lugar (Está donde él vive); cuánto, interrogativo (¿Cuánto cuesta?) y cuanto, adverbio de cantidad (Cuanto más te esfuerces, más ganarás); cómo, interrogativo (¿Cómo te va?) y como, adverbio de modo (Me va como la mona). Cabe aclarar que a este grupo de palabras pertenece, también, el adverbio y adjetivo sólo / solo, del que hablé en el artículo anterior. Aunque no todas, pero estas son las principales palabras que, según lleven o no tilde, tienen significados distintos.

Importancia del acento en castellano

Según habrán podido apreciar, el acento, en nuestro idioma es capaz de cambiar el sentido a muchas palabras, lo cual es propio de algunos idiomas, como el inglés, por ejemplo: no todas las lenguas poseen este recurso. De allí que es fundamental, por supuesto en la escritura, colocar las tildes siempre que sea necesario hacerlo. No es lo mismo, en efecto, una secretaría, que una secretaria: la primera palabra se refiere al lugar en el que trabaja la secretaria y, la segunda, a la persona que ejerce ese cargo.

Está claro que esto no es aplicable a la conversación o a la lengua hablada. Ningún hablante se equivoca al utilizar una palabra que pueda tener doble significación, según la acentuación que posea. Salvo, por supuesto, que quiera confundir a quien habla o que se dirija a él de una manera irónica o contando un chiste. En estos casos, la lengua oral, como todos sabemos, es muy elocuente en boca de cualquier hablante, incluso de aquellos que nunca han estudiado ni concurrido a una escuela. Todos somos capaces de expresarnos adecuadamente en cualquier circunstancia comunicativa que nos toque encarar. En el caso de los acentos, la entonación se encarga de trasmitir nuestros pensamientos de la manera más fiel que pueda imaginarse.

Sintetizando…

Reglas de acentuación: 1) Palabras agudas: terminadas en -n -s o vocal

2) Graves o llanas: no terminadas en-n -s ni vocal

3) Esdrújulas y sobreesdrújulas: siempre

Acento diacrítico: aún (todavía) – aun (hasta, incluso, también)

tú (personal) – tu (posesivo)

él (personal) – el (artículo)

té (sustantivo) – te (personal)

dé (verbo) – de (preposición)

mí (personal) – mi (posesivo)

sé (verbo saber) – se (pronombre)

más (cantidad) – mas (pero)

qué (interrogativo) – que (conjunción)

quién (interrogativo) – quien (pronombre no interrogativo)

ARTICULO Nº31 DE EL TRIBUNO

EL LENGUAJE PERIODÍSTICO: NEXO CON LA GENTE (II)

Por Paco Fernández

Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)



Tal como lo había prometido en mi artículo publicado el martes 14 de este mes, hoy voy a referirme a algunos otros usos que se están poniendo en práctica en las distintas ediciones de El Tribuno. El motivo: participar a nuestros lectores sobre dichos cambios, con el objeto de que puedan conocerlos, pero además saber a qué se deben ciertos cambios que podrán apreciar en estas páginas.

Había informado, en dicha oportunidad, sobre dos cuestiones lingüísticas recientemente adoptadas por la Academia: las nuevas normas de uso del prefijo “ex” y, por otra parte, las referidas a las siglas, signos que, especialmente en la actualidad, tienen un gran uso en nuestra lengua escrita, debido al ahorro de espacio y de tiempo que implican. Por lo tanto, en estas oportunidades me ocuparé, en forma particular, de usos referidos a la lengua escrita, la cual está instalada en la actividad cotidiana de la mayoría de las personas.

“Solamente” y “solo”

Como sabemos, hay dos posibilidades para la interpretación de la palabra “solo”: una, como adjetivo masculino singular; esta significa que un ser está solo, no acompañado. En tal caso, nunca lleva tilde. En cambio, cuando la palabra “solo” se trata de un adverbio de modo, que corresponde a “solamente” o “únicamente”, hasta no hace mucho tiempo atrás llevaba lo que denominamos una “tilde diacrítica” (es decir, un acento distintivo) para diferenciarla del adjetivo. En una palabra: quedaba claro que, cuando estaba con acento, era un adverbio; en cambio, cuando no lo llevaba, era un adjetivo. Sin embargo, desde la edición de la “Ortografía de la lengua española” de la RAE, publicada en 1999, esta Institución decidió que el adverbio únicamente llevara el acento si se producía una “ambigüedad”, es decir, si daba lugar a dudas respecto a que, en la oración, se lo identificara como un adverbio o como un adjetivo. Me remito a los ejemplos para aclarar esta situación. Cuando digo: “Solo vino ella; no llegó su marido”, no existe duda alguna respecto a que “solo” es un adverbio, que puede ser sustituido por “solamente”. Distinto sería si en la oración se leyera: “Sola vino ella; no llegó su marido”. En ese caso, hay un adjetivo en femenino que, evidentemente, no entra en esta cuestión.

Sin embargo, examinemos estos dos ejemplos: “Pasaré solo este verano aquí”. Si no coloco la tilde, se interpretará que el sujeto pasará el verano solo, sin compañía. En cambio, si coloco el acento, me refiero inequívocamente al adverbio: “Pasaré sólo el verano aquí”, significando que el sujeto solamente pasará el verano en ese lugar, no refiriéndose a que estará en soledad. Comprobamos que, en este caso, debemos acentuar la palabra cuando se trata de un adverbio, dado que de otro modo tendremos un significado distinto. Por lo tanto, a pesar de que está permitido el acento en el caso de que “solo” sea un adverbio, recomienda la Academia ponerlo en el adverbio únicamente cuando se produzca una duda respecto a si es adverbio o adjetivo. En los otros casos, no se lo coloca.

“El presidente le dijo a los periodistas”

Al ejemplo que titula este uso, examinándolo con detenimiento, le descubrimos un grosero error de concordancia. Efectivamente: el presidente se dirigió no a un periodista, sino a varios. Por lo tanto, el “le” tendría que haberse colocado en plural (“les dijo a los periodistas”), ya que con el singular hay una evidente falta de concordancia: “le” en singular y “periodistas” en plural. Este error es muy común al escribir, dado que lo tenemos instalado en nuestra lengua oral. Si fuéramos capaces de examinarnos, en nuestra conversación espontánea, descubriríamos que, en más de una oportunidad, nos ahorramos la “s” que le corresponde. Lo grave es cuando a este error lo trasladamos a la lengua escrita formal, en la cual es imperdonable.

Por eso, un consejo práctico: cuando utilicemos este pronombre “le” en una oración escrita, controlemos inmediatamente si el sustantivo al que se refiere (que en muchas ocasiones no está cerca del pronombre) está en plural o en singular. En el primer caso, debemos corregir, colocando la “s” al pronombre. De ese modo, evitaremos un error que se desliza fácilmente. Estadísticamente, este es uno de los errores que más se encuentra en los escritos de todo tipo, razón por la cual debemos evitarlo. Lo importante, para prevenirlo (pero no solo a este, sino a muchos otros), es imponernos la costumbre de revisar o releer nuestros escritos, en forma minuciosa, al menos dos veces luego de redactarlos. Esto garantizará, seguramente, que a nuestra redacción pueda leerla cualquiera sin descubrir un solo error.

La puntuación: un escollo para el redactor

Por supuesto que hay muchas otras situaciones en la redacción que demandan aún una mayor atención de parte de quien la escribe. Esto se da, en forma especial, en la puntuación de un escrito. En mi estadística de lecturas, la puntuación arroja un porcentaje quizá más importante que el anterior. De allí que requerirá de una atención más pormenorizada por parte de quien escribe. Pero, asimismo, de un ejercicio permanente de lectura de textos correctos, para aprender y asimilar más fácilmente esta cuestión por parte de gente que la domina cabalmente.

Sobre el problema de la puntuación –que implica un conocimiento mayor de reglas y una práctica muy atenta al redactar, dado que es más complicado– volveré, con mayor detenimiento, en la próxima oportunidad. Hoy solo quiero dejar un consejo muy práctico, que es la base para adquirir el dominio de la puntuación en un escrito, sobre todo en lo que se refiere al uso de la coma, el signo que requiere un mayor dominio, por su complejidad. Se trata de realizar una lectura del escrito que estamos realizando, o que ya hemos concluido, con la entonación natural que utilizamos todos los días cuando hablamos con nuestros interlocutores: cuando bajamos la voz, nunca debemos colocar una coma, sino un punto, un punto y coma o dos puntos. Mientras esperan mi próxima entrega, hagan la pruebe y verán que es importante esta práctica.