martes, 25 de octubre de 2011

´TRABAJO PRÁCTICO CON NOTA

DEL LIBRO DE VAQUERO:

1)DEL VOLUMEN "PRONUNCIACIÓN" (PÁGS.57-63)


1.1.5
1.2.5
1.2.8
1.2.14 b

2)DEL VOLUMEN "MORFOSINTAXIS Y LÉXICO" (PÁGS.57-64)


2.1
2.2
2.6
2.11

viernes, 14 de octubre de 2011

ARTÍCULO Nº 44 DE EL TRIBUNO

LENGUA: SOLIDARIDAD, FE Y ALEGRÍA

Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
La invitación
Días pasados, mi amiga y exalumna de la UNSa., María Victoria Lladós Arias, Profesora en Letras, tuvo la gentileza de invitarnos, al poeta Eduardo Ceballos y a mí, a una actividad académica relacionada con nuestro idioma, en el Centro Educativo N° 8174, “Fe y Alegría”, ubicado en Barrio Solidaridad. Por supuesto que aceptamos encantados, dado que nos interesa mucho todo lo que se relaciona con esto y con la educación de los niños, futuro de nuestra patria. Juntamente con nosotros había sido convocado, asimismo, el joven poeta Nicolás Valeriano, exalumno de la Institución, quien tuvo a su cargo la lectura de un cuento de su autoría, titulado “La niña”. Los tres participantes coincidimos, ese viernes 30 de setiembre, en rendir un cálido homenaje a esos adolescentes interesados en formarse como ciudadanos útiles y capaces, lo que demostraron, durante la hora y media que duró el acto, con una atención y respeto dignos de mención, dado que en la actualidad es muy difícil, en un grupo escolar de esta naturaleza, encontrarlos.
La redacción: una destreza
Lo que se destacó en esa jornada fue la lectura de producciones escritas por parte de varios grupos de estudiantes de los últimos cursos. Puedo asegurar que nos deleitó escuchar distintos relatos, muy bien estructurados y creativos, sobre aspectos de la realidad de estos chicos dentro y fuera del local escolar. Cada relato demostró la preparación que ellos exhibían y que sus profesores del Departamento de Lengua habían logrado a lo largo del tiempo, dedicándoles mucho esfuerzo y cariño; pero también se vio plasmada la dedicación, como igualmente el empeño, que los aprendices comprometieron para arribar al objetivo propuesto. Esto, por otra parte, demostró el ahínco con el que trabaja la Institución, solidariamente con sus docentes, para inculcarles las competencias básicas, necesarias para un buen desempeño en la sociedad, desde muy pequeños. Un claro ejemplo de compromiso institucional y docente en un contexto en el que, en muchos casos, no se lo demuestra.
Sería imposible compartir con los lectores lo que experimentamos en esa oportunidad; sin embargo, al menos quiero ofrecerles una pequeña muestra, transcribiendo una parte de uno de los cuentos leídos. De ese modo podrán apreciar que –como en tantas otras escuelas de la provincia– muchos adolescentes, acompañados por la perseverancia y amor de sus profesores y maestros (aunque asimismo con el apoyo de sus padres), son capaces de dedicar tiempo y esfuerzo con miras a una formación que los catapulte a una sociedad sedienta de actores comprometidos que se dediquen a un trabajo solidario para con el prójimo. Es muy valorable apreciarlo, sobre todo cuando, en estos días, nos hemos anoticiado de la violencia ejercida en establecimientos educativos por alumnos y padres que agreden a docentes y directivos. Ante tal situación, se tiende a generalizar y a trasmitir a la sociedad un temor similar al de una pandemia. Sin dejar de reconocerlos y preocuparnos, estimo que estadísticamente son hechos aislados que se debe abordar convenientemente para que no se multipliquen. Transcribo el texto prometido, elaborado por estudiantes del primer año B, del turno tarde:
“Era una tarde de verano y un grupo de jóvenes compañeros del primer año B de esta escuela se predisponía a disfrutarla, yendo de excursión todo un fin de semana al dique Cabra Coral… sin sospechar nada de lo que allí iría a ocurrir. Fue entonces cuando sucesos siniestros comenzaron a transformar la escena en terrorífica y espectral. Primero desapareció Gabriela, tras un largo grito que se escuchó desde una tupida vegetación. Por la mañana sus compañeros del colegio creyeron verla flotar en el dique. Sin embargo el destino les había jugado un mal rato, ya que se trataba de un ramaje enmohecido. Las desapariciones continuaron, cada vez más inexplicables. ¡Quién pensaría que aquella tarde, prometedora de diversión entre compañeros, daría como resultado un nuevo trimestre, pero esta vez sin alumnos! Fin”.
En la intervención, tanto de Ceballos como mía, aprovechamos para felicitarlos por su ejemplar comportamiento y producción. Luego los hicimos partícipes, asimismo, de nuestras experiencias infantiles, en el Seminario Conciliar de Salta, para perfeccionar nuestra lengua materna: la lectura cotidiana, en el comedor, de novelas que nos cautivaban, precedida por algunos versículos del Evangelio; los certámenes de redacción; los dictados para entrenar la ortografía y el paseo cotidiano por las páginas del bello libro del padre Rodolfo Ragucci, “El habla de mi tierra”, con el que cimentamos nuestra competencia lingüística que nos tocó ejercer en la actividad profesional. Todo esto lo vivimos con nuestros compañeros Ernesto Martearena, Oscar Mario Moya, Néstor Cervera, Enrique Pérez, Melesio Teseira, Rubén Pérez, y tantos otros con los que tuvimos la suerte de compartir nuestra formación para la vida.
Finalmente nuestros anfitriones nos hicieron conocer los distintos ambientes escolares. En ellos apreciamos el orden, la limpieza, la dedicación puesta de manifiesto, tanto por parte del personal, como asimismo de cada uno de los alumnos, para preservar un ámbito ejemplar y trasmisor de valores para la vida. Entre tantas cosas positivas que contemplamos, se destacaron los murales –que pueden ver en la foto–, producto de lectura comprensiva realizada por los estudiantes sobre textos de María Elena Walsh, a los cuales interpretaron con los dibujos que engalanan el patio cubierto de la escuela.
Desde esta columna felicitamos cálidamente a directivos, profesores –en especial a Victoria Lladós– y estudiantes porque hacen honor, con todo el desempeño y esfuerzo que comprometen, al nombre no solo del establecimiento, sino también del barrio en el que están insertos.
Culminamos nuestra visita al Centro Educativo Fe y Alegría con una gran satisfacción al darnos cuenta de que, en numerosos lugares de Argentina, como en el que nos tocó visitar, hay mucha gente –tanto directivos, como docentes, estudiantes, acompañados por su familia –que se esmeran y se sacrifican para ofrecer, a la sociedad del futuro no lejano, lo mejor que podrían legarle: la fe, la solidaridad y la alegría.

viernes, 7 de octubre de 2011

ARTÍCULO Nº 43 DE EL TRIBUNO

¡ESTA PALABRA “SUENA” DIVINA!

Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
El sistema de la lengua española
En el artículo de la semana anterior sobre el hablar espontáneo de la gente, expliqué que la llamada “gramática del hablar” es aquella que posee todo hablante en su cerebro, además de las normas académicas escritas, mediante la cual sabe no solo expresarse con palabras, sino además con gestos y entonación adecuados a la situación de habla que encara. Ella nos guía para que logremos una comunicación exitosa en todo momento con cualquier interlocutor.
En ese artículo me referí, también, a lo que se denomina el “sistema de la lengua” el cual, según lo manifesté, es perfectamente conocido y utilizado por el hablante. Este sabe muy bien dentro de qué parámetros podrá inventar una palabra o una nueva expresión idiomática, cuando necesite hacerlo.
Desde los primeros años de aprendizaje de la lengua materna, el niño demuestra dominio de la “regularidad”, relacionada con la conjugación verbal, la concordancia entre singular y plural, y otras situaciones semejantes, propias del instrumento de comunicación. Lo comprobamos cuando, en lugar de optar por formas conjugadas irregulares vigentes, elige “sabo” en lugar de “sé” o bien, “decí” en vez de “dije”. Probablemente esto suceda gracias a la “memoria genética heredada” que se fue gestando a lo largo de siglos y milenios. A medida que pasa el tiempo y va practicando su lengua con los demás –incluso antes de ingresar a la escuela–, el chico aprende aquellas formas que no siguen la regularidad, sino que se han apartado de ella: dirá, entonces, “sé” y “dije” y cobrará conciencia de lo que está bien y de lo que está mal en su hablar.
Tanto la “regularidad” como el “sistema” lo acompañarán a lo largo de su vida de relación comunicativa y le proporcionarán los elementos necesarios para un buen desempeño lingüístico.
Pasando ahora al acto creativo del lenguaje, cuando un hablante popular eligió “fulbo” y “fulbito”, por ejemplo, se alejó del sistema de la lengua inglesa que coloca una “t” antes de la “b”: la suprimió y, en su lugar, la suplió por la “l” que figura al final de la palabra “fútbol”, castellanizada de esta manera en el nivel culto. No se le hubiera ocurrido optar por “fulbot” (ubicando, al final, la “t” perdida) dado que esta consonante no es una finalización propia del castellano. Por eso comprobamos que todas las terminaciones de los verbos de tercera persona del latín, que culminan en esa consonante, la perdieron en el curso de la historia: “amat”, se castellanizó como “ama”; “tement”, como “temen”. Es verdad que existen voces de uso culto que finalizan en “t” en nuestro idioma; pero en el hablar esta se escucha levemente en dicho nivel cultural. Sin embargo, en el hablar espontáneo desaparece (tarot = taró; complot =compló). El “Diccionario panhispánico de dudas” (2005, página 156) dice respecto a “complot”: “Aunque a veces se usa la adaptación ´compló´ (pl. ´complós´), se considera preferible mantener la -t final etimológica, de acuerdo con la pronunciación mayoritaria”. Esto prueba que la emisión popular y espontánea generalmente elimina la consonante final porque no es propia de la lengua española. De este modo, el “sistema”, vigente en cada uno de los usuarios del idioma, les “ordena” evitar vocablos que no se adecuan a dicho sistema.
Pronunciación y escritura
Provenientes sobre todo del inglés –pero, asimismo, de otros idiomas–, hay muchos términos que, a pesar de ser pronunciados como lo exige la “gramática del hablar” del castellano, han sido introducidos a la lengua escrita con letras que no son fieles a su pronunciación real. Muchos de estos son nombres de personas (antropónimos), mas también existe una cantidad indeterminada de ellos que constituyen nombres de comercios, quioscos y negocios. Algunos ejemplos: “Previserv”, nombre de una prestadora de salud que, en el hablar espontáneo, se pronuncia como /previsér/; “Cable express”, como /cablexprés/; “Rapidmoto”, cuya “d” no es tomada en cuenta al hablar, ya que desaparece (rapimoto); “Karina”, cuya escritura más adecuada sería con “C”; “Joanna / Johanna”, cuya transcripción no concuerda con su articulación real; en los nombres femeninos “Gisella” (la “g” no es la propia del español, sino que suena /Yisela/), “Antonella” (/Antonela/), “Anabella”, la pronunciación de la “ll” no es igual a la de “gallina”, sino que se sonoriza como “l”. De igual modo que estos ejemplos, hay muchos otros en relación con situaciones similares que presentan una escritura distinta de su pronunciación en la lengua hablada cotidiana.
¿A qué se debe este fenómeno que efectúan usuarios de la lengua? No es que desconozcan, según se destacó antes, sus reglas. Lo que pasa es que, por razones de “prestigio” –porque suena “bonito” en el nuestro lo que proviene de otro idioma, por lo que el que crea esa palabra, aunque también los que lo imitan, la eligen así–, se impone un uso que no corresponde al sistema del español.
¿Está mal este procedimiento? ¿Debe evitarse y encarrilarse dentro de lo establecido en las normas lingüísticas? Esto, seguramente, sería lo ideal. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el hablar espontáneo es tal y, por lo tanto, no está totalmente bajo el imperio de las normas lingüísticas académicas. En realidad, debe cumplir con las propias del “sistema”: no debe apartarse (repito que el hablante lo “sabe” claramente y lo respeta) de los parámetros que tiene grabados en su cerebro. El “castigo” para tal eventual acción –técnicamente imposible de realizarse, ya que nadie se arriesgaría a ello– sería, por parte de todos sus interlocutores, la no aceptación de nuevas palabras o dicciones que no pasaran por el tamiz del sistema.

ARTÍCULO Nº42 DE EL TRIBUNO

EL “HABLAR ESPONTÁNEO” DE LA GENTE
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
La teoría del caos
Si el lector ha tenido la oportunidad de acceder al artículo anterior, en el que explicaba mi propuesta sobre la aplicación de la teoría del caos al hablar espontáneo de la gente, ahora podrá ampliar esas explicaciones porque me referiré a varios ejemplos que la ilustran y demuestran su factibilidad.
Mi explicación partió de que el hablante –quien conoce perfectamente el “sistema” de su lengua– no se guía, en su habla coloquial, estrictamente por todas las normas académicas de la lengua escrita. En realidad, amén de estas, tiene asumida otra no escrita (la tiene grabada en su cerebro) a la que domina desde que aprendió a hablar, denominada como la “gramática del hablar”. Esta incluye, no solo las reglas lingüísticas, sino también el dominio de la gestualidad, la entonación y todo otro recurso no lingüístico de que se vale para hacerse entender. Conocemos esto como “el hablar espontáneo”.
¿Qué es el “hablar espontáneo”?
Se trata de la comunicación cotidiana que empleamos los que hablamos una lengua. Sus características más importantes, para adecuarse a esta definición son, en primer lugar, la casi total falta de control del usuario sobre cómo se expresa ante los demás. Esto no significa que converse sin orden y sin respetar las normas académicas fundamentales. Para graficar tal situación, sabemos que cualquiera que utilice una lengua, aunque carezca de una formación lingüística (que nunca haya asistido a una escuela), es competente para comunicar todo lo que desee a un interlocutor, haciéndose entender perfectamente. Esa es la situación que le permite convertirse en “hablante-creador”, al igual que un eximio escritor. Amén de la espontaneidad en su hablar, hay que recordar que la comunicación espontánea es, normalmente rápida, en atención a los turnos del hablar que cada uno, medianamente, respeta durante la comunicación. Ello obliga a entrelazar palabras entre sí y a acortar el camino de la pronunciación en la frase. Para ejemplificar, si nos analizamos en nuestro rápido hablar, veremos que casi nunca nos expresamos así: “Está muy cansado”, sino simplemente, “Ta muy cansao”.
Por lo tanto, en la lengua espontánea encontraremos muchas incorrecciones. Famoso fue aquel reproche que se le hacía a Menem porque decía: “Yo no ´necito´ (por necesito) eso”. Sin embargo (y dejando de lado la personalidad y el nivel del expresidente, por lo que se le reprobaba ese error), ¿nos dimos cuenta de que muchas veces hicimos lo mismo? El hablar espontáneo lo permite y ninguno de nuestros interlocutores detendrá la conversación para avisarnos que estamos “hablando mal”, salvo que alguno de ellos aproveche –sin ánimo de corregir, sino más bien como un chiste– para destacar algún error.
Es tan real lo que nos pasa cuando hablamos, que en ciertas situaciones la omisión de una “d” situada entre dos vocales (como el caso de “cansao”) da lugar a que esa palabra adquiera otra significación, como en el ejemplo de “tapado” y “tapao” en el noroeste argentino. Si buscamos la primera palabra, el diccionario, entre otras acepciones, nos dirá que es un sustantivo cuyo significado es “prenda femenina de abrigo”; pero, asimismo, en su acepción número 7: “Norte de Argentina, Bolivia y Perú: Tesoro enterrado” (DRAE, páginas 2133 / 2134). Sin embargo, José Vicente Solá, en su “Diccionario de regionalismos de Salta” (página 315, Plus Ultra, 1975), dice: “Tapao. s.m. Tesoro oculto. Es un vulgarismo por ´tapado´, término usado en nuestro país y en Perú”. Ahora bien; ¿quién de nosotros, salteños –en conversación informal–, definiría como ´tapado´ al tesoro enterrado? Desde hace mucho tiempo que, para nosotros al menos, suena siempre como ´tapao´. Y si no, imagínense cambiarle el nombre al restaurante que está en 20 de Febrero esquina Leguizamón: “El Tapao de la Leguizamón”: nadie lo nombraría como “El Tapado de la Leguizamón”.
Todas estas son cuestiones de la lengua oral espontánea. Muchas de ellas no trascienden a la escrita, pero sí se conservan tal como el hablante espontáneo (todos, cualquiera) las emplea en una comunicación concreta.
Sin ánimo de abundar, sino para que se comprenda mejor aún esto, tenemos la castellanización formal, por parte de la Academia, del término inglés “football” como ´fútbol´. A pesar de ello, también existe la palabra ´fulbo´ y ´fulbito´ que, en muchas ocasiones, poseen mayor fuerza expresiva para los hinchas, en forma particular entre la gente sencilla. Asimismo, ellos han castellanizado las palabras “knock-out”, como ´nocáu´; “foul”, como ´ful´; “fixture”, como ´ficture´, proferida de ese modo; “performance”, como ´perfomance´, también pronunciada así, con el sentido de “rendimiento” o “resultado”; “linesman”, como ´laiman´. Pero asimismo, fuera del ámbito futbolístico, “shopping”, como ´shopin´ / ´chopin´ / ´yopin´; lo mismo que “show”, como ´shou´ / ´you´ y hasta ´chou´; “thank you”, como ´senquiu´; “cowboy”, como ´cobói´ y “sandwich”, como ´sánguche´ o ´sánguich[e]´. A la vez, entre muchas otras, tanto del inglés, como en este caso del francés, “amateur”, que es pronunciada tal cual se lee en castellano.
El lector puede apreciar estos y otros numerosos términos y frases que han sido tomados desde varios idiomas, además del inglés y el francés y– según se lo indicaba su oído acostumbrado a la fonética castellana, de acuerdo con la adaptación que cada hablante- creador consideraba apropiado– luego pasados a nuestra lengua, los cuales quedaron en el léxico popular del “hablar espontáneo”, siendo aceptados muchos de ellos por los académicos. Podemos ejemplificar esto último con casos provenientes del italiano: “pizza”, palabra que, en un nivel culto, se articula como ´pitsa´, pero en el popular se prefiere la forma ´pisa´.
El hablante-creador, por lo tanto, es el principal responsable del desarrollo y actualización de su lengua.

ARTÍCULO Nº 41 DE EL TRIBUNO

¡Y EL CAOS SE VOLVIÓ ORDENADO…!
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
La teoría del caos
Hoy quiero compartir con mis lectores un trabajo que, cuando se publique esta página, habrá sido presentado en las Segundas Jornadas de Fonética y Fonología que se celebrarán en la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba entre el 19 y 20 de setiembre. El trabajo se titula “El papel de la fonética en el cambio lingüístico según la teoría del caos”. Parece bastante descabellado el título (¿qué tiene que ver el caos con nuestro instrumento de comunicación?); sin embargo, paso a explicarles de qué se trata.
Para el Diccionario de la RAE, el caos es “un estado amorfo (sin forma) e indefinido que se supone anterior a la organización del cosmos”. Desde los antiguos griegos, caos era sinónimo de desorganización y ausencia de reglas. A pesar de eso, les quedaba claro que, en el mismo caos, se encontraba la esencia del orden. A mediados del siglo pasado surgió una inquietud por saber si era verdad que el caos era desorganizado. Muchos investigadores, como Edward Lorenz, se dedicaron a estudiarlo, a partir del seguimiento de los fenómenos meteorológicos: comenzaron a descubrir ciertas tendencias sobre los fenómenos de la naturaleza y, sobre esta base, las convirtieron en reglas, las cuales solían cumplirse con una cierta frecuencia. El resultado es lo que hoy denominamos “predicciones meteorológicas” que suelen cumplirse según un determinado porcentaje. Lo mismo sucede con el estudio, en medicina, de las arritmias cardíacas, en busca de reglas sobre su regularidad, para aplicarlas a la curación de los enfermos que las padecen.
La teoría del caos aplicada al hablar espontáneo
Siendo imposible abundar, en mi artículo, con más ejemplos sobre otras disciplinas científicas implicadas en la teoría del caos, me abocaré al motivo de estas líneas. En 1998 presenté, en un congreso que se llevó a cabo en la Universidad de Salamanca, mi propuesta de aplicación de la teoría del caos al hablar espontáneo de la gente. Me basé, para ello, en que el usuario común de la lengua, sin dejar de cumplir las reglas académicas fundamentales, es el encargado de crear nuevas palabras, dicciones, pero también situaciones gramaticales (como el orden sintáctico, tomado del quechua, en “Cabra Corral” que, en nuestro idioma debiera estar ordenado como “Corral de Cabras”). Esto se debe a que el idioma hablado es dinámico, cambiante y evolutivo y no estático, como lo es parcialmente la normativa. El hablante se maneja con metáforas calcadas de la realidad, con las cuales inspira a los poetas. Y, al crear, no se rige totalmente por las normas académicas, sino por reglas o tendencias que comparte con los interlocutores en la comunicación, mediante las cuales se comprenden entre sí. En una palabra, el “hablar espontáneo” de la gente, según mi entender, es caótico: no sigue a rajatabla las normas académicas; sin embargo, no carece de reglas, sino que tiene las propias, con las cuales están de acuerdo todos los hablantes, a partir del hecho de que siempre se comprenden. El lingüista Eugenio Coseriu denomina a estas reglas la “gramática del hablar”, porque residen en el cerebro de los hablantes.
Las tendencias del hablante espontáneo
Una de las reglas o tendencias por las que se guía en la creación es la “analogía”: se crea palabras por comparación con otras conocidas, para lo cual muchas veces se utilizan sufijos o prefijos, o sea terminaciones o comienzos de palabra. Al igual que “asentamiento”, se ha creado muchas palabras de ese modo: “asesoramiento”, “saneamiento”, por ejemplo. Sin embargo, en otras ocasiones se elige el procedimiento contrario: la “contraanalogía”, una palabra que se aleje de la forma propia de otra. Podría haberse elegido, para el concepto “rubricar un cheque con la identificación personal”, la palabra “firmación”, comparándola con “aclaración”, “reunión”, “afirmación”; sin embargo, el creador se alejó de ellas prefiriendo la palabra “firma”. Otra tendencia, una de las más utilizadas, es la de “el menor esfuerzo”, empleando la menor cantidad de signos posibles y se la encuentra en lo que llamamos “apócope”, mediante el cual reducimos las palabras. En lugar de “profesor”, “profe”; en vez de “promoción”, “promo”. Un cuarto procedimiento lo tenemos en el criterio “estético-auditivo”, mediante el cual se crean palabras agradables al oído, no solo del creador, sino sobre todo de los demás usuarios, para que guste a todos. “Trucho” es un ejemplo que, a pesar de no haber recibido la aceptación de mucha gente, sin embargo, quizá por su sonido y comparación con otras palabras similares, ha encontrado aceptación y difusión generalizada. En síntesis, el hablante-creador optará por una palabra que a todos resulte “funcional”, es decir, la más apropiada para expresar una realidad.
A la vez, es preciso aclarar que, cuando una palabra ya ha perdido vigencia entre los hablantes y no es capaz de significar aquello para lo que ha sido creada, entonces es cuando surge la que la reemplazará, por boca de un anónimo usuario de la lengua.
En mi propuesta, que llevo a las Jornadas, sobre la elección fonética (a saber, de los sonidos de la lengua) del hablante-creador, coloco el énfasis en el criterio “estético-auditivo” antes mencionado. El sonido seleccionado debe coincidir con el gusto de los interlocutores para que sea aceptado y generalizado. Los diminutivos afectivos o atenuantes son un ejemplo adecuado para esta situación. Cuando alguien nos pregunta dónde queda tal lugar, al responder procuraremos “atenuar” o minimizar el esfuerzo del caminante, tratando de convencerlo de que no queda lejos: “Está ´ahicito´, ´a la vueltita´, nomás”. Como, asimismo, cuando preguntamos a una señora sencilla del pueblo sobre cuántos hijos tiene, contestará: “Dositos, señor; estita y estito”, señalando a los niños que la acompañan. ¿A qué se debe esos diminutivos? Al cariño que, como madre, naturalmente ella siente por sus hijos. Y con esos diminutivos no convencionales (porque no se encuentran registrados en la normativa de la lengua), trasmite ella a su interlocutor el gran amor que por ellos siente.
Como se ve, la lengua del hablar espontáneo (que no tiene control por parte del hablante) no se basa en las convenciones académicas, sino en la intuición, en la creatividad y en la sabia manera de trasmitir realidades, como también sentimientos, con que cuenta el hablante-creador.