lunes, 14 de noviembre de 2011

CUESTIÓN DE GÉNERO
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta


Género y sexo

En la actualidad, una gran mayoría de profesionales –especialmente de la sociología y otras ramas afines– se sirven de la palabra “género” (que, como se verá en la definición de la RAE, no apunta específicamente al sexo) para referirse a las diferencias entre el varón y la mujer, como también a todos los problemas que de ellas se derivan.
Como lo afirmé en distintas oportunidades, sabemos que los usuarios de la lengua son los que proponen y, en definitiva, fijan las palabras, dicciones y cambios de la lengua, que luego son refrendados por los estamentos académicos. Es decir, debemos aceptarlos, nos guste o no, cuando se han constituido en una norma por el uso mayoritario de una comunidad hablante. En el caso comentado de la palabra “género” también se da esta situación, por lo que es respetable su utilización.
Sin embargo, me parece necesario realizar algunas consideraciones sobre el particular, haciéndome eco de la misma Academia, mas también de varios especialistas que no aceptan esta situación. Para ello, es preciso consultar el DRAE (“Diccionario de la lengua española” de la RAE: Fuente de consultas, www.rae.es).
Así define la palabra citada: “(Del lat. ‘genus, genĕris’) 1. m. Conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres comunes // Clase o tipo a que pertenecen personas o cosas. ‘Ese género de bromas no me gusta’ // 7. m. Gram. Clase a la que pertenece un nombre sustantivo o un pronombre por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre. En las lenguas indoeuropeas estas formas son tres en determinados adjetivos y pronombres: masculina, femenina y neutra”.
Por su parte, el “Diccionario panhispánico de dudas”, también de la RAE, lo hace más explícitamente de este modo: “Esta palabra tiene en español los sentidos generales de ‘conjunto de seres u objetos establecido en función de características comunes’ y ‘clase o estilo’: «Ese género de vida puede incluso agredir a su salud mental» (…). En gramática significa ‘propiedad de los sustantivos y de algunos pronombres por la cual se clasifican en masculinos, femeninos y, en algunas lenguas, también en neutros’ (…). Para designar la condición orgánica, biológica, por la cual los seres vivos son masculinos o femeninos, debe emplearse el término ‘sexo’: «En el mismo estudio, las personas de sexo femenino adoptaban una conducta diferente» (…). Por tanto, las palabras tienen ‘género’ (y no ‘sexo’), mientras que los seres vivos tienen ‘sexo’ (y no ‘género’). No obstante, en los años setenta del siglo XX, con el auge de los estudios feministas, se comenzó a utilizar en el mundo anglosajón el término ‘género’ (ingl. ‘gender’) con un sentido técnico específico, que se ha extendido a otras lenguas, entre ellas el español. Así pues, en la teoría feminista, mientras con la voz ‘sexo’ se designa una categoría meramente orgánica, biológica, con el término ‘género’ se alude a una categoría sociocultural que implica diferencias o desigualdades de índole social, económica, política, laboral, etc. Es en este sentido en el que cabe interpretar expresiones como ‘estudios de género’, ‘discriminación de género’, ‘violencia de género’, etc. Dentro del ámbito específico de los estudios sociológicos, esta distinción puede resultar útil e, incluso, necesaria. Es inadmisible, sin embargo, el empleo de la palabra ‘género’ sin este sentido técnico preciso, como mero sinónimo de ‘sexo’, según se ve en los ejemplos siguientes: «El sistema justo sería aquel que no asigna premios ni castigos en razón de criterios moralmente irrelevantes (la raza, la clase social, el género de cada persona)» (País@[Esp.] 28.11.02); «Los mandos medios de las compañías suelen ver como sus propios ingresos dependen en gran medida de la diversidad étnica y de género que se da en su plantilla» (Mundo [Esp.] 15.1.95); en ambos casos debió decirse ‘sexo’, y no ‘género’. Para las expresiones ‘discriminación de género’ y ‘violencia de género’ existen alternativas como ‘discriminación’ o ‘violencia por razón de sexo’, ‘discriminación’ o ‘violencia contra las mujeres’, ‘violencia doméstica’, ‘violencia de pareja’ o similares”.
Normas para la lengua escrita formal
A pesar de la abundancia de citas al respecto –y solamente con el objeto de aclarar aún más sobre el particular– agrego algunos párrafos de la misma referencia del “Diccionario panhispánico de dudas”: “(…) Cuando el sustantivo designa seres animados, lo más habitual es que exista una forma específica para cada uno de los dos géneros gramaticales, en correspondencia con la distinción biológica de sexos, bien por el uso de desinencias o sufijos distintivos de género añadidos a una misma raíz, como ocurre en gato/gata, profesor/profesora, nene/nena, conde/condesa, zar/zarina; bien por el uso de palabras de distinta raíz según el sexo del referente (heteronimia), como ocurre en hombre/mujer, caballo/yegua, yerno/nuera; no obstante, son muchos los casos en que existe una forma única, válida para referirse a seres de uno u otro sexo: es el caso de los llamados «sustantivos comunes en cuanto al género» (→ a) y de los llamados «sustantivos epicenos» (→ b). Si el referente del sustantivo es inanimado, lo normal es que sea solo masculino (cuadro, césped, día) o solo femenino (mesa, pared, libido), aunque existe un grupo de sustantivos que poseen ambos géneros, los denominados tradicionalmente «sustantivos ambiguos en cuanto al género» (→ c)”. En este contexto, algunos de estos sustantivos designan el género acompañados por artículo o pronombre adjetivo: “‘el/la pianista’; ‘ese/esa psiquiatra’; ‘un buen/una buena profesional’”.
El uso de la arroba (@), en boga en la actualidad para mencionar ambos géneros, debe evitarse –estatuye la Academia– porque no se trata de un signo lingüístico, por lo que es normativamente inadmisible, puesto que el masculino es inclusivo, o sea que abarca a ambos géneros. Además de no poder usarse, esta fórmula integradora origina, en muchos casos, inconsistencias, como en el ejemplo que sigue: ‘Día del niñ@’. En él la contracción ‘del’ solamente es válida para el masculino ‘niño’, mas no para el femenino ´niña’.
Tal como puede apreciarse por estas consideraciones, si bien se afirma arriba que el hablante o usuario es quien legítimamente puede producir cambios en el idioma, dichos cambios no deben trasladarse a la lengua escrita formal, sobre todo cuando entran en colisión con las normas académicas que la rigen.
En síntesis
Para redondear estos conceptos normativos y aclararlos para el uso de la lengua escrita, es legítimo, en primer lugar, el uso de la palabra “género” en los sentidos de las expresiones arriba detalladas, como ‘estudios de género’, ‘discriminación de género’, ‘violencia de género’; sin embargo, al hacerlo fuera de este ámbito, se corre el riesgo de caer en la imprecisión de otras, por confundir las palabras “sexo” con “género”, como el de los dos ejemplos de los diarios El País y El Mundo, de España, consignados arriba. En segundo lugar, hay que seguir, en cuanto al uso de sustantivos masculinos y femeninos, las claras reglas que da la Academia.
En tal sentido, ahora solo reproduje algunas de ellas; por lo tanto, en un futuro artículo volveré a referirme a otras tan importantes como estas, a las que, por cuestiones de espacio, hoy no puedo abordar.
DE DICCIONARIOS Y ENCICLOPEDIAS
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta

En el artículo anterior realicé una aclaración sobre los libros de referencia o de consulta. Ahora explicaré sobre qué se habla en ellos. Son los que exponen, de manera más o menos sistemática, aquello que se presenta y desarrolla en las fuentes primarias, o sea los libros que versan, esta vez en forma sistemática, sobre alguna materia específica de una ciencia o de distintos aspectos de la realidad. Son de referencia, por ejemplo, enciclopedias, diccionarios, libros de texto, manuales y otros similares. Por lo general, estos ordenan sus temas o glosarios alfabéticamente. Lo destacable –en comparación con los otros tipos de libros– es que constituyen un material de consulta; es decir, normalmente no se leen “de corrido”, sino que se busca en ellos diferentes datos, como en los diccionarios de la lengua, en los cuales rastreamos palabras para comprender o ampliar distintos sentidos y significados. Jamás se nos ocurriría leerlos de la “a” a la “z”.
Como otros ejemplos importantes de libros de referencia o de consulta, está la Enciclopedia Británica, conocida como una de las más importantes del mundo. Por supuesto que, además de haber sido publicada en inglés, también tiene la versión castellana, junto con la de otras lenguas que cuentan con millones de usuarios. De todos modos, como es una publicación muy cara (cuesta alrededor de 900 euros), es posible consultarla en internet y en las bibliotecas de cierta categoría. En nuestro idioma tenemos varias enciclopedias generales de mucho valor. Pero es preciso señalar que no solo hay enciclopedias generales, sino también las orientadas a temas específicos, como los mapas y cartografías, las de temas geográficos, las dedicadas a memorias y vidas de personajes destacados, y muchas más.
Otro ejemplo específico referido a la lengua lo constituyen las innumerables gramáticas que existen en español, desde las muy especializadas, escritas para investigadores, como las que son de consulta masiva. Una de las obras más trascendentes de la Real Academia es la “Ortografía de la lengua española”, publicada a fines de 2010, a disposición de cualquier lector. Pero, más que esta, para especialistas, es recomendable la obra de idéntico nombre publicada en 1999, práctica para ser examinada por cualquier usuario.
Los diccionarios
Quién no utilizó un diccionario desde los años de la primaria… En este sentido, esos libros de referencia han sido los primeros que consultamos desde pequeños. Luego, a medida que fuimos creciendo y adentrándonos en el saber en la escuela secundaria y después en la universidad –mas también cuando, ya adultos, elegimos un área del saber para especializarnos–, conocimos diccionarios sobre distintas especialidades: biología, medicina, arquitectura, e innumerables áreas del saber que necesitan ser consultadas sobre sus términos técnicos.
Se puede apreciar lo explicado en la definición que proporciona el “Diccionario de la Real Academia de la Lengua” sobre este tema: “Libro en el que se recogen y explican de forma ordenada voces de una o más lenguas, de una ciencia o de una materia determinada // 2. Catálogo numeroso de noticias importantes de un mismo género, ordenado alfabéticamente. ‘Diccionario bibliográfico, biográfico, geográfico`” (DRAE, página 818).
En un diccionario podemos encontrar el significado de las palabras, con las distintas acepciones utilizadas en cada uno de los lugares donde se habla español. Por ejemplo, el “Diccionario de regionalismos de la lengua española” de Pablo Grosschmid y Cristina Echegoyen (1998) afirma que la palabra “chango”, en el noroeste argentino, significa “chico”, “niño”, “muchacho” (página 155); sin embargo, en Buenos Aires y en el Río de la Plata, este concepto se designa con la palabra “pibe” (página 427). En cambio, en algunas zonas de México “chango” significa “mono”, “mico” y, en general, “simio”, mientras que en Chile apunta a una persona torpe y fastidiosa. Por otra parte, en Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela, “bromista”, “guasón” y, además, en Puerto Rico, “persona de modales afectados”. Por fin, nuestro “Diccionario de regionalismos de Salta” de José Vicente Solá (1975, páginas 111-112) define a “chango” como “Muchacho. También se aplica, cariñosamente, a personas de cierta edad”.
Esas variaciones se dan en muchas palabras de distintas zonas donde se habla español, aunque también se producen en otras lenguas.
Todos sabemos que existen, asimismo, diccionarios de cada una de las lenguas, en los que se brinda léxico y dicciones comparativas entre dos idiomas, para quienes estudian –desde la propia y nativa– otras extranjeras: hay diccionarios “español-inglés”, español-italiano”, por citar solo dos casos.
Las enciclopedias
Enciclopedia (del griego “en”; “kíklos” = círculo; “paideia” = educación; literalmente, “educación en círculos”) es un “Conjunto de todas las ciencias // 2. Obra en que se trata de muchas ciencias. // 3. Conjunto de tratados pertenecientes a diversas ciencias o artes. // 4. “Diccionario enciclopédico” (DRAE, página 902).
En este tipo de libro de consulta (en el que también se muestra el significado de las palabras) se habla sobre distintos temas de todas las ciencias. Por caso, de los lugares geográficos, ciudades, personajes destacados en la historia, hechos históricos, datos científicos para consumo de no especialistas, y miles de temas, con la ayuda de fotos e ilustraciones, como también sobre cualquiera de las otras ciencias.
En una biblioteca, como están a disposición del público distintos tipos de diccionarios, también se ofrece varias ediciones enciclopédicas que, por lo general, constan de más de un tomo cada una.
Tales libros de consulta solucionan más de un problema a los estudiantes cuando sus profesores les encargan pequeños o más avanzados trabajos monográficos sobre cualquier materia. Sin embargo, muchos adultos, a los que solamente inquieta la curiosidad por determinados asuntos científicos o de divulgación masiva, tienen en ellos la posibilidad de satisfacer sus dudas.
Amén de estos datos, y aunque parezca una obviedad, es preciso recordar que, tanto diccionarios, como en especial enciclopedias, están radicados en páginas web de fácil acceso, de modo que, sin necesidad de asistir a una biblioteca, es posible consultarlos desde el propio domicilio y sin costo, lo que además les ahorra tiempo.
Conclusión
El tema tratado me fue solicitado por María Victoria Lladós, cuyos estudiantes que visitamos hace un par de semanas necesitan precisiones al respecto. Por eso les auguro que pueda serles de utilidad para repotenciar su aprendizaje.
Sin embargo, cualquier lector puede encontrar, en esta orientación, una guía práctica para manejar y aprovechar mejor su consulta, ahorrando tiempo y gasto de traslado a una biblioteca.
En definitiva, la consulta a cualquiera de estos libros llamados “de referencia” ofrece a los lectores un amplio panorama de posibilidades no solo para consultar en situaciones concretas que deben solucionar, sino asimismo para ampliar sus conocimientos sobre temas de su interés.
EL RETORNO DE LA GAUCHITA
Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
“Ha pasado tanto tiempo que parece imposible volver al ayer, cuando una
familia integrada por los padres, Susana y Eduardo, y sus hijos, Vicente,
Andrea y Viviana, sacaban, como de la galera de un mago, esta
publicación bautizada "La Gauchita", que anduvo por los pueblos, por
las provincias, por la patria toda. Luego viajó a otros países, caminó
los mapas y llegó como una vocera de la cultura de Salta a todos los
continentes de la tierra” escribe el poeta Eduardo Ceballos en la página web de La Gauchita, que se encuentra en la dirección www.lagauchitadesalta.com.ar .

Más adelante continúa: “Desde una humilde familia creció un sueño que, con el correr de los
años, se hizo universal. Cada paso está documentado y crece el asombro
cuando se ven los testimonios de lo actuado”. Ese sueño se realizó durante una década. Sin embargo, el imperio del Mercado determinó que no podía seguir: había imperiosas necesidades económicas que lo impedían. A pesar de todo, la voluntad, el amor por el idioma y la cultura popular y el empuje que otorga la pasión por hacer y crear, es más fuerte que el señorío liberal: nuevamente se reunió la familia, esta vez fogoneada por los hijos, ya adultos, y determinaron que, a cualquier costo y esfuerzo, debían resucitar a esa “gauchita” abandonada, aunque jamás olvidada. Y fue así como, el padre de la criatura, decidió que fuera presentada, nuevamente, a su público el primer día de noviembre que se aproxima.

La nueva Gauchita

El primer paso que dio en su renacimiento fue ocupar esta página web a la que nos referimos: allí se acumulan las tapas de cada uno de los números, a través de las cuales es posible acceder a sus páginas y recordar –para sus seguidores– todos los momentos vividos en aquella década.
Pero todo tiempo pasado es pisado por el olvido, porque la frágil
memoria humana pierde señales en el camino. Hasta que aparecieron los
días, en que un Luis del pueblo, armó el pesebre de los recuerdos,
buscando a ciegas por las estanterías del tiempo, para ir produciendo
una vidriera que honre el trabajo de tanta gente talentosa.

El milagro se produjo, ya están de nuevo casi todas las tapas y
estarán todas sus páginas, de este medio modesto que marcó presencia.

Si Ud. amigo lector, apareció alguna vez en La Gauchita, está allí,
con su nombre amplificado en el tiempo. La magia se dió: el ayer es
hoy y el hoy será mañana. Por mucho tiempo, La Gauchita seguirá
aportando y abriendo el corazón a todos los amigos que se acerquen.

Queremos que nos acompañen, que nos estimulen a crecer, a sobrevivir
en un mundo complicado. Le pondremos fuerza, amor, entusiasmo.
La Gauchita es nuestra, es de Salta y hace falta.

Cumplimos en presentar nuevamente el contenido de las históricas
revistas "La Gauchita" para que acompañe al lector ocasional. Allí
encontrará el sabroso fruto de lo que generosamente ofrecieron los
escritores de Salta, como un racimo memorioso de la raza, de la
historia, de sus fiestas y su canto.

Como pan bueno se ofrece para alimentar su vida, para acompañarlo por
las galerías del recuerdo. Que lleguen nuevas noticias a poblar de
pájaros nuestros espacios, que como lluvia fresca reverdece los campos interiores de cada uno y dibuje una sonrisa existencial.

Me quedo con mi mensaje anchuroso y provinciano. Gracias por acompañarnos.

Dedico este trabajo a cada uno de los amigos que lo hicieron posible
con su aporte generoso.

A mi familia, esposa, hijos y nietos que siempre están con la causa y
son la razón de mi existencia.

A Luis Dias y señora, que nos ayudan a sacar telarañas de las cosas de
la historia.

A los que vendrán con su viento nuevo a traer la semilla de la esperanza.

A todos con mucho afecto.

Gratitud para poetas, escritores, músicos, periodistas, artistas que
compartieron los sueños.

Gracias por el protagonismo que le pone color y magia a la cultura de Salta.



Eduardo Ceballos