viernes, 14 de octubre de 2011

ARTÍCULO Nº 44 DE EL TRIBUNO

LENGUA: SOLIDARIDAD, FE Y ALEGRÍA

Por Paco Fernández
Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)
Universidad Nacional de Salta
La invitación
Días pasados, mi amiga y exalumna de la UNSa., María Victoria Lladós Arias, Profesora en Letras, tuvo la gentileza de invitarnos, al poeta Eduardo Ceballos y a mí, a una actividad académica relacionada con nuestro idioma, en el Centro Educativo N° 8174, “Fe y Alegría”, ubicado en Barrio Solidaridad. Por supuesto que aceptamos encantados, dado que nos interesa mucho todo lo que se relaciona con esto y con la educación de los niños, futuro de nuestra patria. Juntamente con nosotros había sido convocado, asimismo, el joven poeta Nicolás Valeriano, exalumno de la Institución, quien tuvo a su cargo la lectura de un cuento de su autoría, titulado “La niña”. Los tres participantes coincidimos, ese viernes 30 de setiembre, en rendir un cálido homenaje a esos adolescentes interesados en formarse como ciudadanos útiles y capaces, lo que demostraron, durante la hora y media que duró el acto, con una atención y respeto dignos de mención, dado que en la actualidad es muy difícil, en un grupo escolar de esta naturaleza, encontrarlos.
La redacción: una destreza
Lo que se destacó en esa jornada fue la lectura de producciones escritas por parte de varios grupos de estudiantes de los últimos cursos. Puedo asegurar que nos deleitó escuchar distintos relatos, muy bien estructurados y creativos, sobre aspectos de la realidad de estos chicos dentro y fuera del local escolar. Cada relato demostró la preparación que ellos exhibían y que sus profesores del Departamento de Lengua habían logrado a lo largo del tiempo, dedicándoles mucho esfuerzo y cariño; pero también se vio plasmada la dedicación, como igualmente el empeño, que los aprendices comprometieron para arribar al objetivo propuesto. Esto, por otra parte, demostró el ahínco con el que trabaja la Institución, solidariamente con sus docentes, para inculcarles las competencias básicas, necesarias para un buen desempeño en la sociedad, desde muy pequeños. Un claro ejemplo de compromiso institucional y docente en un contexto en el que, en muchos casos, no se lo demuestra.
Sería imposible compartir con los lectores lo que experimentamos en esa oportunidad; sin embargo, al menos quiero ofrecerles una pequeña muestra, transcribiendo una parte de uno de los cuentos leídos. De ese modo podrán apreciar que –como en tantas otras escuelas de la provincia– muchos adolescentes, acompañados por la perseverancia y amor de sus profesores y maestros (aunque asimismo con el apoyo de sus padres), son capaces de dedicar tiempo y esfuerzo con miras a una formación que los catapulte a una sociedad sedienta de actores comprometidos que se dediquen a un trabajo solidario para con el prójimo. Es muy valorable apreciarlo, sobre todo cuando, en estos días, nos hemos anoticiado de la violencia ejercida en establecimientos educativos por alumnos y padres que agreden a docentes y directivos. Ante tal situación, se tiende a generalizar y a trasmitir a la sociedad un temor similar al de una pandemia. Sin dejar de reconocerlos y preocuparnos, estimo que estadísticamente son hechos aislados que se debe abordar convenientemente para que no se multipliquen. Transcribo el texto prometido, elaborado por estudiantes del primer año B, del turno tarde:
“Era una tarde de verano y un grupo de jóvenes compañeros del primer año B de esta escuela se predisponía a disfrutarla, yendo de excursión todo un fin de semana al dique Cabra Coral… sin sospechar nada de lo que allí iría a ocurrir. Fue entonces cuando sucesos siniestros comenzaron a transformar la escena en terrorífica y espectral. Primero desapareció Gabriela, tras un largo grito que se escuchó desde una tupida vegetación. Por la mañana sus compañeros del colegio creyeron verla flotar en el dique. Sin embargo el destino les había jugado un mal rato, ya que se trataba de un ramaje enmohecido. Las desapariciones continuaron, cada vez más inexplicables. ¡Quién pensaría que aquella tarde, prometedora de diversión entre compañeros, daría como resultado un nuevo trimestre, pero esta vez sin alumnos! Fin”.
En la intervención, tanto de Ceballos como mía, aprovechamos para felicitarlos por su ejemplar comportamiento y producción. Luego los hicimos partícipes, asimismo, de nuestras experiencias infantiles, en el Seminario Conciliar de Salta, para perfeccionar nuestra lengua materna: la lectura cotidiana, en el comedor, de novelas que nos cautivaban, precedida por algunos versículos del Evangelio; los certámenes de redacción; los dictados para entrenar la ortografía y el paseo cotidiano por las páginas del bello libro del padre Rodolfo Ragucci, “El habla de mi tierra”, con el que cimentamos nuestra competencia lingüística que nos tocó ejercer en la actividad profesional. Todo esto lo vivimos con nuestros compañeros Ernesto Martearena, Oscar Mario Moya, Néstor Cervera, Enrique Pérez, Melesio Teseira, Rubén Pérez, y tantos otros con los que tuvimos la suerte de compartir nuestra formación para la vida.
Finalmente nuestros anfitriones nos hicieron conocer los distintos ambientes escolares. En ellos apreciamos el orden, la limpieza, la dedicación puesta de manifiesto, tanto por parte del personal, como asimismo de cada uno de los alumnos, para preservar un ámbito ejemplar y trasmisor de valores para la vida. Entre tantas cosas positivas que contemplamos, se destacaron los murales –que pueden ver en la foto–, producto de lectura comprensiva realizada por los estudiantes sobre textos de María Elena Walsh, a los cuales interpretaron con los dibujos que engalanan el patio cubierto de la escuela.
Desde esta columna felicitamos cálidamente a directivos, profesores –en especial a Victoria Lladós– y estudiantes porque hacen honor, con todo el desempeño y esfuerzo que comprometen, al nombre no solo del establecimiento, sino también del barrio en el que están insertos.
Culminamos nuestra visita al Centro Educativo Fe y Alegría con una gran satisfacción al darnos cuenta de que, en numerosos lugares de Argentina, como en el que nos tocó visitar, hay mucha gente –tanto directivos, como docentes, estudiantes, acompañados por su familia –que se esmeran y se sacrifican para ofrecer, a la sociedad del futuro no lejano, lo mejor que podrían legarle: la fe, la solidaridad y la alegría.

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