viernes, 12 de agosto de 2011

ARTÍCULO Nº 36 DE EL TRIBUNO

EL LENGUAJE PERIODÍSTICO: NEXO CON LA GENTE

Por Paco Fernández

Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL)

Los “errores” en el diario

En el artículo publicado el 28 de junio pasado, hacía referencia a mi intención de participar a los lectores sobre los cambios idiomáticos, aceptados por las academias de la lengua, que se están poniendo en práctica en las ediciones de El Tribuno. El objetivo planteado apuntaba a darles a conocer esas innovaciones llevadas a las páginas del diario, de modo que pudieran justificarse los cambios que fueran apareciendo en ellas.

Lo importante es que El Tribuno ha encarado, con entusiasmo, una etapa de actualización y capacitación para sus periodistas, redactores, editores y correctores, la que se cumple por dos motivos: en primer lugar, por el afán de aspirar permanentemente a la excelencia del trabajo periodístico; pero, además, porque en los últimos tiempos las instituciones normativas de la lengua han puesto en vigencia distintas reglas y recomendaciones, a las cuales es preciso tener en cuenta, en aras de la mentada excelencia.

Por ello se ha considerado necesario que los lectores sean informados sobre innovaciones que encontrarán, de modo que participen del cotidiano “hacer” del periódico, conociendo y comprendiendo lo que en él sucede día a día.

Más de una vez he escuchado apreciaciones, precisamente no positivas, sobre errores que aparecen en sus páginas. Al respecto, debo manifestar que –a pesar de los diferentes niveles de corrección por los que pasan los distintos artículos y del esfuerzo de cada uno de sus actores– es posible encontrar faltas. Recordemos que, hasta libros prestigiosos y científicos, agregan entre sus páginas una sección a la que denominan “fe de erratas”, en la cual consignan desaciertos que han escapado a toda corrección. Convengamos que una edición diaria corre mayores riesgos de que se filtren yerros en sus páginas, habida cuenta de la prisa con la que debe procesarse la información, que muchas veces llega a último momento.

Las dubitaciones en la lengua

He hablado, alguna vez, respecto a los períodos de inseguridad y dubitación que se han dado, y se dan, en el idioma. Si bien estos se han producido, en forma especial y con mayor permanencia, en los primeros tiempos de una lengua, por encontrarse en formación, también es posible apreciarlos en la actualidad, teniendo en cuenta que el instrumento de comunicación es, esencialmente, dinámico y cambiante: cada día se crean nuevas palabras y dicciones y, poco a poco, se incorporan al vocabulario usual, como asimismo hay otras que van desapareciendo. En este contexto, por lo tanto, es fácil que se produzcan, entre los hablantes, dudas en relación con usos correctos. Pero no solo en ellos; también aparecen en la escritura, particularmente en aquella que adolece de tiempo para su revisión prolija.

Tan justificables son esas dubitaciones en los hablantes, cuando las encontramos en las propias instituciones normativas. Hasta hace poco –por dar un ejemplo paradigmático– la RAE establecía que la palabra “Internet” era considerada nombre propio (“Diccionario panhispánico de dudas”, RAE, 2005, página 370), por lo que se escribe con mayúscula inicial. Sin embargo, hace pocos días salió publicado un “avance para la vigésima tercera edición” del DRAE, vigésima segunda edición, a la que pego textualmente:

Artículo nuevo.

Avance de la vigésima tercera edición

internet.

1. amb. Red informática mundial, descentralizada, formada por la conexión directa entre computadoras u ordenadores mediante un protocolo especial de comunicación.

ORTOGR. Escr. t. con may. inicial.



El último renglón se lee: “ORTOGRAFÍA. Escríbese también con mayúscula inicial”. La abreviatura “amb” significa que la palabra puede tener, indistintamente, género masculino o femenino. En cambio, el “Diccionario panhispánico de dudas (2005)”, escribe (pego abajo):

Internet. ‘Red mundial de computadoras u ordenadores interconectados mediante un protocolo especial de comunicación’. Funciona a modo de nombre propio, por lo que, en el uso mayoritario de todo el ámbito hispánico, se escribe con mayúscula inicial y sin artículo: «Instalarán cabinas públicas con acceso a Internet» (Nacional [Ven.] 10.4.97); «Los adictos a Internet hablan sobre sus ventajas sin fin» (Mundo [Esp.] 26.1.97). Si se usa precedido de artículo u otro determinante, es preferible usar las formas femeninas (la, una, etc.), por ser femenino el nombre genérico red, equivalente español del inglés net: «Nadie puede asegurar cómo será la Internet del futuro» (Mundo [Esp.] 15.6.97). En español es voz aguda ([internét]), por lo que debe evitarse la pronunciación esdrújula [ínternet], que corresponde al inglés.

Esto nos da la pauta de que el idioma, sobre todo el hablado, es de naturaleza cambiante y, por lo tanto, son entendibles las dubitaciones arriba referidas.

Sirva esto de explicación para lo que, eventualmente, pueden ver los lectores de El Tribuno en sus páginas (“internet / Internet”, por ejemplo), en una etapa en la que se están evaluando y discutiendo, paulatinamente, los distintos cambios que hay que abordar para adaptarse a ellos, desde la óptica académica, la norma dialectal culta y, también, desde la perspectiva histórica de El Tribuno, que ya ha recorrido más de sesenta años de vida institucional. Es válido reiterar que sus periodistas asumen plenamente la conciencia del rol docente que les cabe, a través de las páginas del diario, por lo que velan cotidianamente para que ese testimonio se mantenga en ellas vigente en todo momento. Todos estamos comprometidos con ello.

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